Respecto al "problema del mal", PFK escribe que Dios "respeta y permite la libertad humana, y sus razones tendrá" (p. 70).
IDA: LA COMPASIÓN SIN UN DIOS DE COMPASIÓN.-
Las dos caras de la iluminación: sabiduría (PRAJNA) y compasión (KARUNA).
Lo que buscan los budistas no es el conocimiento, la adoración ó el amor de Dios. Es la iluminación. Quieren experimentar el nirvana. Cuando los budistas se prestan a la fútil tarea de hablar sobre la iluminación surgen dos palabras: sabiduría y compasión. (p. 75)
Es imposible tener sabiduría sin compasión. (...). Si la biología te lleva de forma natural a preocuparte o a amarte a tí mismo, la iluminación te llevará de forma natural a preocuparte o a amar a los demás. El nirvana no es sólo una experiencia personal, sino una realidad (llamada vacío ó Dharmakaya ó "inter-Ser") que se expresa a través de la compasión. Los budistas no se sienten llamados a una relación yo-tu con Dios, sino con todos los seres sensibles. Aquellos que han despertado sienten compasión por todos los demás seres porque han sentido, en la misma médula de su "inter-Ser", que son "no-seres", que están interconectados y son parte de todos los seres. Uno no puede amarse a sí mismo si no ama a los demás. El mandato de Jesús de "amar al prójimo como a uno mismo", tal vez, Buda lo expresaría así: "ámate a tí mismo como amas a los demás". (p. 77).
La misma clase de paz que un cristiano experimenta a través de la consciencia de ser amado por Dios, es sentida por los budistas en su consciencia de formar parte del "inter-Ser".(p. 78).
El "otro poder" es auto-poder
Todo Buda tiene que ser un bodhisattva.. Gautama, cuando se convirtió en Buda llegó a ser un bodhisattva. Un Buda gana sabiduría; un bodhisattva añade compasión. El bodhisattva no guarda el nirvana para sí, sino que lo comparte con los demás. Alcanzar la iluminación es tanto realizar la sabiduría como practicar la compasión. Ser un buda es ser un bodhisattva, y viceversa. (p. 79).
El mal: realmente no es lo que parece.
Como nada tiene una realidad duradera propia, los budistas no pueden definir nada como intrínsecamente "bueno" o "malo". Toda persona o acto es una confluencia de "causas y condiciones". Algunas de estas causas y condiciones pueden producir sufrimiento; otras quizá no. (p. 84). El "mal" a nivel humano tiene su origen en la ignorancia. Cuando alguien actúa por ignorancia y egoísmo, sus actos producen más ignorancia y egoísmo, y eso significa más sufrimiento, tanto para ellos como para los demás. Se trata de la ley del karma. No estás atrapado en tu karma malo, puedes producir karma bueno. El egoísmo siempre produce sufrimiento, la iluminación y la sabiduría siempre pueden eliminar ese sufrimiento. Depende de nosotros. (p. 85). "Nosotros", somos los individuos, pero también las naciones.
Hasta ahora hemos tratado del "mal moral", pero también podemos hablar del sufrimiento provocado por el "mal natural", como los terremotos, huracanes, etc. Tales acontecimientos simplemente suceden. Pero podemos lidiar con ellos. (p. 86).
VUELTA: DIOS COMO PRESENCIA PERSONAL
Tiene sentido evitar los antropomorfismos al referirnos al Misterio divino o a la Preocupación Fundamental, pero hay razones válidas para hablar del "Padre Celestial" o del "Espíritu Santo".
Toda conversación sobre Dios como un "tú" y como una "persona" es simbólica. Karl Rahner y Paul Tillich afirman que todo nuestro lenguaje sobre lo Divino es simbólico ó, analógico, en la terminología más técnica de Tomás de Aquino. Pero el padre Enomiya-Lasalle nos dice que podemos recurrir a imágenes personales de Dios si tomamos nuestro símbolo personal de Dios seria y cautelosamente, y no literalmente. (p. 88).
No una persona, sino personal.
En mi idea del budismo, para mí, Dios ya no es un Ser personal divino con el que tengo esencialmente la misma clase de relación interpersonal que tengo con otras personas. Para mí Dios es el Misterio del "inter-Ser" que me rodea y me anima; un Misterio que también está personalmente presente en mí. Las dos principales características de la iluminación --la sabiduría y la compasión-- son, para mí, dos experiencias fundamentales que me hacen saber que el Espíritu es una potencia personal en mi vida; un sentido de fundamentación que produce paz en mi interior y un sentido de conexión que provoca el cariño hacia los demás. (p. 89)
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