jueves, 18 de mayo de 2023

para cambiar 19 may 2023 (Sí vale)

1)  ir a la línea donde está, en color rojizo, el n....... y los dos a........

2)  perfil y seguridad

3)  Gestión de Credenciales

4)  alias

5) consigna

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1...letra inicial  del n..... M   
2...nº de orden de la letra inicial del a....  º
3...  guión  mediano   (-)
4 y 5...nº de dos cifras del total de letras que tienen n, y dos a,,,.    º º
6.....signo de puntuación ...........................    (.)
7 letra inicial lugar de nacimiento según  Herodoto   M  / letra ini.... región nacimiento de CPA ..,M
8 signo final de admiración en lenguaje escrito  //  signo de y en cías comerciales
9   signo del nº infinito  //   signo de igualdad en aritmética

lunes, 1 de mayo de 2023

lucio anneo séneca : "como mantener la calma" es un ensalyo extractado de "SOBRE LA IRA"

ira es locura ,,escribe SENECA en su obra SOBRE LA IRA--- debemos distanciarnos del orgullo. distánciate un poco y ríe,. 
el interlocutor de Séneca es el gobernador romano Galión, que aquí adopta el nombre de Novato.
el iracundo golpea el suelo con los pies.
el espíritu poseído por las pasiones ... pierde el control y se ve arrastrado al abismo.

una buena persona  debe defender a su padre y a su madre, si son agredidos, pero sin ira.
el hombre bueno impondrá justicia, con prudencia, pero porque es lo correcto, no por resentimiento.

Dice Platón  "El sabio no castiga porque se haya cometido un crimen, sino para evitar que vuelva a cometerse"-
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Séneca  concluye en la necesidad de perdonar a los que nos ofenden, dada la imperfección esencial del género humano..    (p.21)La ira es el camino más rápido a la demencia. La ira nos impele a odiar y dañar al prójimo, por lo que también es contraria a la naturaleza, que nos ordena amar a los demás.(p. 52)
Lo importante no es la ofensa sino tu reacción (p. 61). 
¿Es un amigo quien te ofende? Lo habrá hecho sin querer. ¿Es un enemigo? Sólo ha hecho lo que debía.
Con tal de vengar una ofensa somos capaces de cometer muchas más. Además, la venganza es una pérdida de tiempo, pues la ira dura más que el agravio.  Es más cabal cambiar de actitud y no devolver mal por mal.  ¿No te parece más práctico controlar la ira que ser controlado por ella?. (p. 72).
...bien sabes que que solo al que persigue la virtud le agrada que lo corrijan. Al necio le incomodan los consejos. (p. 77)
¿Por que no consagrarte a cultivar el amor de tus semejantes mientras vivas y su afectuoso recuerdo cuando ya no estés? (p. 81)  Desprecia el insulto, la afrenta, la violencia y el daño; soporta los contratiempos con grandeza de espíritu. (p, 82).
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"La ira es una especie de locura, porque nos hace darle máxima importancia a lo que no la tiene en absoluto" ES LOCURA dar importancia a las cosas que en ABSOLUTO NO TIENE IMPORTANCIA. Esa locura es la IRA.

el orgullo, la dignidad, el falso sentido de la propia importancia son fuentes del sentimiento de agravio.  Si nos distanciamos de esas fuentes, pierden todo sentido.
La ira pone en peligro nuestra condición moral.
El código ético de los estoicos griegos  predicaba el autocontrol de las emociones humanas y la obediencia a la divina Razón.
Séneca, en sus consejos nos recomienda no sobrecargarnos de obligaciones y no emprender tareas abocadas al fracaso. (p. xi).
SOBRE LA IRA //  SÉNECA
dijo Sócrates a su esclavo: "Si no fuera porque me embarga la ira, te azotaría".  SIN SERENIDAD NO HAY GRANDEZ (p. 16) El espíritu florece con la libertad y se marchita con la esclavitud. (p. 18).
..pues para que haya ofensa debe haber intención previa. (.P26)  LA ADULACIÓN  HALAGA PERO OFENDE. 
Qué hay más honorable que transformar la ira en amistad? (39) Si alguien se enoja contigo, combate su ira con buenas obras, Si por lo que sea se desata la cólera, recuerda que gana el que se retira; el vencedor es el vencido. El único impulso adecuado  es el que no se desboca y se puede dominar.

pág. 43:  La ira es el camino más rápido a la demencia.    Mira el ejemplo de Áyax: la ira lo condujo a la demencia, y la demencia, a la muerte.
pág. 51: La ira depara luto a los padres, divorcio a los esposos, odio a los funcionarios, derrota a los

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https://bibliotecadigital.aecid.es/  (Antiguo Instituto de Cultura Hispánica)


 

viernes, 28 de abril de 2023

LUCIO ANNEO SéNECA // Estudio introductorio de Juan Manuel Díaz Torres

Esfuerzo y firmeza, valentía y honor, claridad y decisión, brío y autodominio, milicia y fe, misericordia y piedad, comprensión ante la debilidad y consuelo ante el infortunio

GLOSARIO: pág LXV

alma corpórea... tras la muerte del cuerpo, se separa y retorna al cielo, de donde procede.

deus  principio activo del mundo...  alma universal inmanente de la cual todas las cosas han surgido

felícitas   consiste en práctica de la virtud, la cual radica en la sabiduría y produce deleite, el cual es consecuencia de la virtud y nunca debe ser tomado como fin en sí mismo.
 
el placer es sensación agradable fruto de las pasiones, mientras que  

el gozo es delectación espiritual que se asocia a la  vida virtuosa.

la FILOSOFÍA comprende física, lógica y ética.  Según Séneca la filosofía enseña a vivir conforme a la naturaleza.

la NATURA es el orden bueno regido por  el LOGOS ó Razón Divina.   Tal Razón Divina, Dios ó Providencia Divina, Destino ó Razón universal es el LOGOS SUBSISTENTE Y ETERNO.

passionis  son enfermedades del alma, un desorden de la razón. son movimientos contrarios a la naturaleza . proceden de erróneas representaciones y causan opiniones equivocadas, actos desacertados y juicios falsos.   Es preciso EXTIRPAR LAS PASIONES en su totalidad y de raíz, y no sólo dominarlas hasta someterlas a la razón.
LAS PASIONES siempre conllevan sufrimientos y se manifiestan  a) en forma de placer referido a un bien actual, b) en forma de dolor o abatimiento referidos a un mal presente, c) en forme de deseo desordenado de un bien futuro y d) en forme de temor ante un mal previsible.

RATIO,  razón  ó parte divina del hombre, que es garantía de seguridad y de estabilidad.  Mediante la razón, el hombre se adecua a la naturaleza.

SAPIENTIA, participación del logos divino que posee el alma perfecta.

SAPIDUS ó  sabio, es quien tiene razón recta, fruto de un alma perfecta.  Es sabio quien logra vivir  en conformidad de la naturaleza o la razón.  No se deja dominar por la ira, por el odio ni por la envidia. Impasible  ante la enfermedad, el dolor, las riquezas materiales, las injurias, las alabanzas y la muerte, se basta a sí mismo con serenidad imperturbable. Es capaz de someter las pasiones y el dolor  a la razón para erradicarlas después. El sabio que a nada se apega y por nada se altera traspasa las apariencias hasta llegar al fondo de las cosas. 

SERENITAS  es condición necesaria para lograr la felicidad y la libertad. La impasibilidad debe entenderse como desdeño activo y autodominio gozoso que se deriva de la supresión de las pasiones.

VIRTUS, el bien,  consiste en vivir conforme a la naturaleza y a la razón. Lo contrario a la VIRTUS son  las pasiones y vicios, los cuales son el mal por ser contrarios a la naturaleza y a la razón.   También se distingue entre el bien que es la virtud  y las cosas  indiferentes, pues mientras la virtud constituye el fin de las acciones, las cosas indiferentes nunca deben ser tomadas como fines en sí mismos; lo indiferente, que  nunca debe constituir el fin de las acciones, puede ser, a su vez, preferible, útil o conveniente;  ó todo lo contrario, no preferible, inútil ó inconveniente. [página LIX]




  

miércoles, 1 de marzo de 2023

HiOB // JOB

I.– Capítulo UNO: // 

Cuando Deborah regresó a casa, encontró a su esposo en la estufa. A regañadientes cogió el fuego, la olla, las cucharas de madera. Su mente sencilla estaba dirigida a las cosas sencillas y terrenales y no podía tolerar ningún milagro en los ojos. Sonrió ante la creencia de su esposa en el rabino. Su piedad sencilla no requería ningún poder mediador entre Dios y el hombre. «¡Menuchim se recuperará, pero llevará mucho tiempo!» Con estas palabras, Débora entró en la casa. «¡Tomará mucho tiempo!», repitió Mendel como un eco enojado. Deborah suspiró y volvió a colgar la cesta en el techo. Los tres niños mayores vinieron del juego. Atacaron la cesta, que les faltaba desde hacía unos días, y la hicieron balancear violentamente. Mendel Singer agarró a sus hijos, Jonah y Shemariah, con ambas manos. miriam la niña huyó a su madre. Mendel pellizcó las orejas de sus hijos. Ellos aullaron. Se desabrochó el cinturón y lo balanceó en el aire. Como si el cuero siguiera siendo parte de su cuerpo, como si fuera la extensión natural de su mano, Mendel Singer sentía cada bofetada que golpeaba en eldevolver el golpe a sus hijos. Un rugido espeluznante estalló en su cabeza. Los gritos de advertencia de su esposa cayeron en su propio ruido, desvaneciéndose insignificantemente en él. Era como verter vasos de agua en un mar agitado.

No sentía dónde estaba parado. Dio vueltas con el cinturón que se balanceaba y crujía, golpeando las paredes, la mesa, los bancos y no sabía si estaba más satisfecho con los golpes fallidos o los exitosos. Finalmente sonaron las tres del reloj de pared, la hora en que los estudiantes se reunían por la tarde. Con el estómago vacío -porque no había comido- y la emoción asfixiante todavía en su garganta, Mendel comenzó a recitar palabra por palabra, oración por oración de la Biblia. El brillante coro de voces infantiles repetía palabra por palabra, oración por oración, era como si la Biblia estuviera siendo tocada por muchas campanas. La parte superior del cuerpo de los estudiantes se balanceaba de un lado a otro como campanas, mientras que la canasta de Menuchim se balanceaba casi al mismo ritmo sobre sus cabezas. Hoy los hijos de Mendel participaron en las lecciones. La ira del padre se extendió, se enfrió, murió, porque estaban por delante de los demás cuando se trataba de cantar. Para probarlos, salió de la habitación. Continuó el coro de niños, encabezado por las voces de los hijos. Podía contar con ella.

Jonás el mayor era fuerte como un oso, Semarías el menor era astuto como un zorro. Jonah avanzaba a grandes zancadas, con la cabeza gacha, las manos colgando, las mejillas llenas de hambre, el cabello encrespado que caía salvajemente sobre el ala de su gorra. Suave y casi furtivamente, de perfil puntiagudo, siempre alerta, ojos brillantes, brazos delgados, manos enterradas en los bolsillos, su hermano Shemariah lo siguió. Nunca estalló una disputa entre ellos, estaban demasiado separados, sus reinos y posesiones estaban divididos, habían hecho una alianza. Con latas, cajas de fósforos, astillas, cuernos, ramas de sauce, Semarías hizo cosas maravillosas. Jonas podría haberlos derribado y destruido con su poderoso aliento. Pero admiraba la delicada habilidad de su hermano. su pequeño,

Unos días después de su regreso, Deborah pensó que era hora de desabrochar la cesta de Menuchim del techo. No sin solemnidad entregó los pequeños a los niños mayores. «Vas allévalo a dar un paseo!” dijo Deborah. “Cuando se canse, tú lo llevarás. ¡Dios no lo permita, no lo dejes caer! El hombre santo dijo que estará bien. No le hagáis daño.» A partir de entonces comenzó la plaga de los niños.

Arrastraron a Menuchim por la ciudad como una tragedia, lo dejaron, lo dejaron caer. Les resultaba difícil soportar el desprecio de sus compañeros que corrían tras ellos cuando sacaban a pasear a Menujim. El pequeño tuvo que ser sostenido entre dos. No puso un pie delante del otro como un humano. Agitó las piernas como dos neumáticos rotos, se detuvo, se dobló. Eventualmente, Jonás y Semarías lo abandonaron. Lo metieron en un rincón, en un saco. Allí jugaba con excrementos de perros, excrementos de caballos, guijarros. Él comió todo. Raspó la tiza de las paredes y se llenó la boca, luego tosió y se puso azul en la cara. Un pedazo de tierra, lo almacenó en la esquina. A veces empezaba a llorar. Los muchachos le enviaron a Miriam para que lo consolara. delicada, coqueta, con piernas delgadas saltando, un repugnancia fea y odiosa en su corazón, se acercó a su ridículo hermano. Había algo asesino en la ternura con que acariciaba su rostro ceniciento y arrugado. Miró a su alrededor con cautela, a derecha e izquierda, y luego pellizcó el muslo de su hermano. Aulló, los vecinos miraban por las ventanas. Ella torció su rostro en una mueca llorosa. Todos sintieron lástima por ella y la cuestionaron. Ella torció su rostro en una mueca llorosa. Todos sintieron lástima por ella y la cuestionaron. Ella torció su rostro en una mueca llorosa. Todos sintieron lástima por ella y la cuestionaron.

Un día de verano, estaba lloviendo, los niños sacaron a Menuchim de la casa y lo pusieron en la tina en la que se había estado acumulando agua de lluvia durante seis meses, los gusanos nadaban, los restos de fruta y las cortezas de pan mohosas. Lo sujetaron por las piernas torcidas y empujaron su cabeza gris y ancha dentro del agua una docena de veces. Luego lo sacaron, con el corazón palpitante, las mejillas sonrojadas, con la gozosa y horrible expectativa de sostener a un hombre muerto. Pero Menujim sobrevivió. Jadeó, escupió el agua, los gusanos, el pan mohoso, los restos de fruta y vivió. No le pasó nada. Silenciosos y asustados, los niños lo llevaron de regreso a la casa. Un gran temor al dedo meñique de Dios, que acababa de agitar muy suavemente, se apoderó de los dos niños y de la niña. No se hablaron en todo el día.forma, pero ningún sonido se formó en sus gargantas. Cesó la lluvia, salió el sol, los arroyos corrían alegres a lo largo de los bordes de las calles. Habría llegado el momento de soltar los barcos de papel y verlos nadar hacia el canal. Pero nada pasó. Los niños volvieron a entrar en la casa como perros. Esperaron toda la tarde la muerte de Menuchim. Menuchim no murió.

Menuchim no murió, vivió, un poderoso lisiado. A partir de entonces, la matriz de Débora quedó seca y sin fruto. Menuchim fue el último fruto fallido de su matriz, era como si su matriz se negara a producir más infelicidad. En fugaces segundos, abrazó a su esposo. Eran cortos como relámpagos, relámpagos secos en el lejano horizonte de verano. Las noches de Deborah eran largas, crueles y sin sueño. Una pared de vidrio frío la separaba de su esposo. Sus senos se marchitaron, su vientre se hinchó como una burla a su esterilidad, sus muslos se volvieron pesados ​​y de sus pies colgaba plomo.

Una mañana de verano se despertó antes que Mendel. Un gorrión cantando en el alféizar de la ventana la despertó. Su silbido seguía en su oído, recuerdos de sueños, cosas felices, como la voz de un rayo de sol. El amanecer cálido y temprano penetraba por los poros y grietas de las contraventanas de madera, y aunque los bordes de los muebles aún se desvanecían en las sombras de la noche, los ojos de Deborah ya estaban claros, sus pensamientos duros, su corazón frío. Miró al hombre dormido y vio los primeros cabellos blancos en su barba negra. Se aclaró la garganta en sueños. Él roncaba. Rápidamente saltó frente al espejo ciego. Se pasó las yemas de los dedos frías y brillantes por la parte cada vez más delgada de su cabeza, tirando mechón tras mechón por su frente, en busca de cabello blanco. Ella pensó que había encontrado uno lo agarró con un par de alicates duros y lo arrancó. Luego se abrió la camisa frente al espejo. Vio sus senos caídos, los levantó, los dejó caer, se pasó la mano por su cuerpo hueco pero hinchado, vio las venas azules que se ramificaban en sus muslos y decidió volver a la cama. Se dio la vuelta y sus ojos se posaron en el ojo abierto de su marido. «¿Qué estás mirando?» ella llamó. Él no respondió. Era como si el ojo abierto no le perteneciera, porque él mismo seguía dormido. Se había abierto independientemente de él. vio las venas azules que se ramificaban en sus muslos y decidió volver a la cama. Se dio la vuelta y sus ojos se posaron en el ojo abierto de su marido. «¿Qué estás mirando?» ella llamó. Él no respondió. Era como si el ojo abierto no le perteneciera, porque él mismo seguía dormido. Se había abierto independientemente de él. vio las venas azules que se ramificaban en sus muslos y decidió volver a la cama. Se dio la vuelta y sus ojos se posaron en el ojo abierto de su marido. «¿Qué estás mirando?» ella llamó. Él no respondió. Era como si el ojo abierto no le perteneciera, porque él mismo seguía dormido. Se había abierto independientemente de él.Se había vuelto curioso por sí mismo. El blanco de los ojos parecía más blanco de lo habitual. La pupila era diminuta. El ojo le recordó a Deborah un lago helado con un punto negro dentro. Difícilmente podría haber sido un minuto abierto, pero Deborah mantuvo ese minuto durante una década. Los ojos de Mendel se cerraron de nuevo. Siguió respirando con calma, estaba dormido, sin duda. Un trino distante de millones de alondras se elevó afuera, sobre la casa, bajo los cielos. El calor temprano del joven día ya estaba penetrando en la habitación a oscuras. Pronto el reloj tenía que dar las seis, la hora en que Mendel Singer solía levantarse. Débora no se movió. Se quedó donde había estado, volviéndose hacia la cama, el espejo a su espalda. Nunca había soportado escuchar así, sin propósito, sin necesidad, sin curiosidad, sin ganas. Ella no esperó nada. Pero le parecía que tenía que esperar algo especial. Todos sus sentidos estaban despiertos como nunca antes, y unos pocos sentidos nuevos y desconocidos se habían despertado para apoyar a los antiguos. Ella vio, oyó, sintió mil veces. Y no pasó nada. Solo amaneció una mañana de verano, solo las alondras cantaban en la distancia inalcanzable, solo los rayos del sol se abrían paso a través de las rendijas de las contraventanas con ardiente violencia, y las amplias sombras en los bordes de los muebles se hacían cada vez más estrechas, y el El reloj marcó y retrocedió seis campanadas, y el hombre respiró. Los niños yacían en silencio en el rincón junto a la chimenea, Deborah visible pero lejos, como en otra habitación. No pasó nada. Sin embargo, infinitas cosas parecían querer suceder. El reloj sonó como una salvación. Mendel Singer despertó simplemente se sentó en la cama y miró a su esposa con asombro. «¿Por qué no estás en la cama?», preguntó, frotándose los ojos. Tosió y escupió. Nada en sus palabras o en su comportamiento traicionó que su ojo izquierdo había estado abierto y mirando de forma independiente. Tal vez ya no sabía nada, tal vez Deborah estaba equivocada.

Desde ese día cesó la lujuria entre Mendel Singer y su esposa. Se fueron a dormir como dos personas del mismo sexo, durmieron toda la noche y se despertaron por la mañana. Se avergonzaban el uno del otro y guardaban silencio como en los primeros días de su matrimonio. La vergüenza estaba al principio de su lujuria, y también estaba al final de su lujuria.

Entonces ella también fue vencida. Hablaron de nuevo, sus ojos se abrieronya no excluyentes, al mismo ritmo sus rostros y sus cuerpos envejecían como rostros y cuerpos de mellizos. El verano fue lento y jadeante y pobre en lluvia. La puerta y la ventana estaban abiertas. Los niños rara vez estaban en casa. Afuera crecían rápidamente, fertilizados por el sol.

Incluso Menuchim creció. Sus piernas permanecieron curvas, pero sin duda se estaban alargando. Su parte superior del cuerpo también se estiró. De repente, una mañana, dejó escapar un grito estridente que nunca había escuchado. Luego permaneció en silencio. Un poco más tarde dijo, clara y distintamente, «Mamá».

Deborah se arrojó sobre él, y de sus ojos, que habían estado secos durante mucho tiempo, brotaron lágrimas, calientes, fuertes, grandes, saladas, dolorosas y dulces. “¡Díselo a mamá!” “Mamá”, repetía el pequeño. Una docena de veces repitió la palabra. Deborah lo repitió cien veces. Sus súplicas no fueron en vano. Menuchim habló. Y esa sola palabra de la monstruosidad fue elevada como la revelación, poderosa como el trueno, cálida como el amor, misericordiosa como el cielo, ancha como la tierra, fértil como el campo, dulce como la fruta dulce. Era más que la salud de los niños sanos. Significaba que Menujim crecería fuerte y grande, sabio y bondadoso, como habían dicho las palabras de bendición.

Es cierto que ningún otro sonido comprensible salió de la garganta de Menuchim. Durante mucho tiempo aquella sola palabra, que había logrado pronunciar después de tan terrible silencio, significaba comer y beber, dormir y amar, placer y dolor, cielo y tierra. Aunque decía sólo esa palabra en cada ocasión, se le apareció a su madre, Deborah, tan elocuente como un predicador y rico en expresión como un poeta. Ella entendió cada palabra escondida en el uno. Descuidó a los niños mayores. Ella se alejó de ellos. Ella tenía un solo hijo, el único hijo: Menuchim.

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https://www.projekt-gutenberg.org/roth/hiob/chap016.html

https://www.projekt-gutenberg.org/roth/hiob/chap001.html

joseph roth
trabajo

Primera parte

I.——- CAPÍTULO UNO

Hace muchos años, un hombre llamado Mendel Singer vivía en Zuchnow. Era piadoso, piadoso y ordinario, un judío común y corriente. Ejercía el simple oficio de maestro. En su hogar, que constaba únicamente de una espaciosa cocina, enseñaba a los niños acerca de la Biblia. Enseñó con celo sincero y sin éxito espectacular. Cientos de miles antes que él habían vivido y enseñado como él.

Su rostro pálido era tan insignificante como su carácter. Una espesa barba de un negro común lo enmarcaba por completo. La barba cubría su boca. Los ojos eran grandes, negros, perezosos y medio ocultos por pesados ​​párpados. Llevaba en la cabeza un gorro de seda de reps negra, un material con el que a veces se fabrican corbatas baratas y pasadas de moda. El cuerpo estaba envuelto en un caftán judío de media longitud, cuyo regazo aleteaba cuando Mendel Singer corría por la calle, y golpeaba con un aleteo fuerte y regular en las cañas de las altas botas de cuero.

Singer parecía tener poco tiempo y nada más que objetivos urgentes. Ciertamente, su vida siempre fue difícil y, a veces, incluso una molestia. Tuvo que vestir y alimentar a una esposa y tres hijos. (Ella concibió con un cuarto.) Dios había otorgado fecundidad a sus lomos, ecuanimidad a su corazón y pobreza a sus manos. No tenían oro para pesar ni billetes para contar. Sin embargo, su vida discurría a paso firme, como un pobre riachuelo entre escasas orillas. Cada mañana Mendel agradecía a Dios por dormir, por despertar y por el día que amanecía. Cuando el sol se puso, oró de nuevo. Cuando brillaron las primeras estrellas, oró por tercera vez. Y antes de irse a dormir susurró una oración apresurada con labios cansados ​​pero ansiosos. Su sueño fue sin sueños. Su conciencia estaba tranquila. Su alma era casta. No tenía nada que lamentar ni nada que desear. Amaba a su esposa y se deleitaba en su carne. Con un hambre saludable, comía rápidamente. Sus dos hijos pequeños, Jonas ySemarías, golpeó por desobediencia. Pero a la menor, la hija Miriam, la acariciaba con frecuencia. Ella tenía su cabello negro y sus ojos negros, perezosos y gentiles. Sus miembros eran delicados, sus articulaciones frágiles. Una gacela joven.

Enseñó a doce estudiantes de seis años cómo leer y memorizar la Biblia. Cada uno de los doce le traía veinte kopeks todos los viernes. Eran los únicos ingresos de Mendel Singer. Tenía sólo treinta años. Pero sus posibilidades de ganar más eran escasas, quizás inexistentes. A medida que los estudiantes crecían, acudían a otros maestros más sabios. La vida se encarecía cada año. Las cosechas se hicieron cada vez más pobres. Las zanahorias menguaron, los huevos se ahuecaron, las papas se congelaron, las sopas acuosas, la carpa delgada y los lucios cortos, los patos magros, los gansos duros y las gallinas nada.

Así sonaron las quejas de Deborah, la esposa de Mendel Singer. Era una mujer, a veces el diablo la montaba. Entrecerraba los ojos ante la propiedad de los ricos y envidiaba las ganancias de los comerciantes. A sus ojos, Mendel Singer era demasiado insignificante. Ella lo culpó por los niños, el embarazo, los altos precios, los bajos salarios y, a menudo, incluso el mal tiempo. El viernes fregó el suelo hasta que se puso amarillo como el azafrán. Sus anchos hombros se sacudieron hacia arriba y hacia abajo a un ritmo regular, sus manos fuertes frotaron cada tabla de un lado a otro, y sus uñas se clavaron en las vigas y las cavidades entre las tablas y rasparon la suciedad negra, que las olas torrenciales del balde destruyeron por completo. . Se deslizó a través de la habitación desnuda, lavada de azul, como una cadena montañosa ancha, poderosa y en movimiento. Fuera de la puerta, los muebles aireados, la cama de madera marrón, los colchones de paja, una mesa cepillada, dos bancos largos y angostos, tablones horizontales clavados a dos verticales. Apenas sopló el primer amanecer en la ventana, Deborah encendió las velas, en candelabros de alpaca, se llevó las manos a la cara y rezó. Su esposo llegó a casa vestido de un negro sedoso, el piso brillaba hacia él, amarillo como el sol fundido, su rostro brillaba más blanco que de costumbre, su barba también se oscurecía más que los días de semana. Se sentó y cantó una cancioncita, luego los padres y los niños sorbieron la sopa caliente, sonrieron a los platos y no dijeron una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones, dos bancos largos y estrechos, tablones horizontales clavados a dos verticales. Apenas sopló el primer amanecer en la ventana, Deborah encendió las velas, en candelabros de alpaca, se llevó las manos a la cara y rezó. Su esposo llegó a casa vestido de un negro sedoso, el piso brillaba hacia él, amarillo como el sol fundido, su rostro brillaba más blanco que de costumbre, su barba también se oscurecía más que los días de semana. Se sentó y cantó una cancioncita, luego los padres y los niños sorbieron la sopa caliente, sonrieron a los platos y no dijeron una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones, dos bancos largos y estrechos, tablones horizontales clavados a dos verticales. Apenas sopló el primer amanecer en la ventana, Deborah encendió las velas, en candelabros de alpaca, se llevó las manos a la cara y rezó. Su esposo llegó a casa vestido de un negro sedoso, el piso brillaba hacia él, amarillo como el sol fundido, su rostro brillaba más blanco que de costumbre, su barba también se oscurecía más que los días de semana. Se sentó y cantó una cancioncita, luego los padres y los niños sorbieron la sopa caliente, sonrieron a los platos y no dijeron una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones, se llevó las manos a la cara y oró. Su esposo llegó a casa vestido de un negro sedoso, el piso brillaba hacia él, amarillo como el sol fundido, su rostro brillaba más blanco que de costumbre, su barba también se oscurecía más que los días de semana. Se sentó y cantó una cancioncita, luego los padres y los niños sorbieron la sopa caliente, sonrieron a los platos y no dijeron una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones, se llevó las manos a la cara y oró. Su esposo llegó a casa vestido de un negro sedoso, el piso brillaba hacia él, amarillo como el sol fundido, su rostro brillaba más blanco que de costumbre, su barba también se oscurecía más que los días de semana. Se sentó y cantó una cancioncita, luego los padres y los niños sorbieron la sopa caliente, sonrieron a los platos y no dijeron una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones, sonrió a los platos y no dijo una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones, sonrió a los platos y no dijo una palabra. El calor se elevó en la habitación. Ella salió como un enjambre de las ollas, los tazones,los cuerpos. Las velas baratas de los candelabros de alpaca no aguantaron, empezaron a doblarse. La estearina goteó sobre el mantel de cuadros azules y rojo ladrillo y se incrustó en un instante. La ventana se abrió, las velas se animaron y se quemaron pacíficamente hasta el final. Los niños se acostaron en los sacos de paja cerca de la estufa, los padres todavía estaban sentados y miraban con triste solemnidad las últimas llamas azules, que salían irregulares de las cavidades de los candelabros y volvían a hundirse suavemente ondeando, un elemento de agua hecho de fuego. La estearina estaba ardiendo sin llama, finas hebras de humo azul ascendían desde los restos carbonizados de la mecha hasta el techo. «¡Oh!», suspiró la mujer. «¡No suspires!», advirtió Mendel Singer. estaban en silencio. «¡Vamos a dormir, Deborah!», ordenó. Y comenzaron a murmurar una oración nocturna.

Al final de cada semana amanecía el sábado, con silencio, velas y cantos. Veinticuatro horas más tarde desapareció en la noche que encabezaba la procesión gris de los días de semana, una danza de trabajo. En un caluroso día de mediados de verano, alrededor de la cuarta hora de la tarde, Deborah dio a luz. Sus primeros gritos rompieron los cánticos de los doce niños que aprenden. Todos se fueron a casa. Comenzaron siete días de vacaciones. Mendel tuvo un nuevo hijo, un cuarto, un niño. Ocho días después fue circuncidado y llamado Menuquim.

Menuchim no tenía cuna. Flotaba en una canasta hecha de varillas de sauce trenzadas en el medio de la habitación, atada a un gancho en el techo con cuatro cuerdas como un candelabro. De vez en cuando, Mendel Singer golpeaba la cesta colgante con un dedo ligero, no descuidado, e inmediatamente comenzaba a mecerse. Este movimiento calmó al bebé a veces. Pero a veces nada ayudaba contra su deseo de lloriquear y gritar. Su voz se quebró por encima de las voces de los doce niños que aprenden, sonidos profanos y feos por encima de los versículos sagrados de la Biblia. Deborah se subió a un taburete y bajó al bebé. Blancos, hinchados y colosales, sus pechos sobresalían de su blusa abierta y atraían abrumadoramente las miradas de los chicos. Todos los presentes parecían estar amamantando a Deborah. Sus propios tres hijos mayores la rodeaban, celoso y lujurioso. Se hizo el silencio. Se podía oír al bebé lamer.

Los días se alargaron en semanas, las semanas se alargaron en meses, doce meses se convirtieron en un año. Menuchim siempre estaba bebiendoni la leche de su madre, una leche escasa y clara. Ella no podía dejarlo. En el decimotercer mes de su vida comenzó a hacer muecas y gemidos como un animal, a respirar con furiosa prisa ya jadear de una manera que nunca antes había visto. Su gran cráneo colgaba pesado como una calabaza de su delgado cuello. Su amplia frente se arrugó y arrugó como un pergamino arrugado. Sus piernas estaban dobladas y sin vida como dos arcos de madera. Sus bracitos flacos se retorcieron y se retorcieron. Ruidos ridículos tartamudearon de su boca. Si tenía un ataque, lo sacaban de la cuna y lo sacudían bien hasta que su cara se ponía azul y casi no podía respirar. Luego se recuperó lentamente. Se colocó té preparado (en varios sobres) sobre su delgado pecho y se envolvió una pata de caballo alrededor de su delgado cuello. ‘¡No importa,’ dijo su padre, ‘viene de crecer!’ ‘Los hijos se parecen a los hermanos de su madre. ¡Mi hermano lo tuvo durante cinco años!’, dijo su madre. «¡Uno se supera a sí mismo!», dijeron los demás. Hasta que un día estalló la viruela en la ciudad, las autoridades prescribieron vacunas y los médicos irrumpieron en las casas de los judíos. Algunos se escondieron. Pero Mendel Singer, el justo, no huyó del castigo de Dios. También esperaba con confianza la vacunación. Fue en una mañana calurosa y soleada que la comisión llegó al callejón de Mendel. La última de la hilera de casas judías era la casa de Mendel. Con un policía que llevaba un gran libro en los brazos, el doctor Soltysiuk se alejó moviendo la cabeza, bigote rubio sobre un rostro moreno, un par de quevedos con montura dorada sobre su nariz enrojecida, con zancadas amplias, en mallas de cuero amarillo chirriante y la falda, debido al calor, casualmente colgada sobre la rubashka azul para que las mangas se vean como un par de brazos que también estaban listos para administrar vacunas: así el doctor Soltysiuk entró en el camino de los judíos. Los lamentos de las mujeres y los aullidos de los niños, que no habían podido esconderse, resonaron hacia él. El policía sacaba a mujeres y niños de sótanos profundos y desvanes altos, de habitaciones pequeñas y grandes cestos de paja. El sol ardía, el médico sudaba. Tenía no menos de 176 judíos para vacunar. En silencio agradeció a Dios por cada fugitivo e inalcanzable. Cuando era el cuarto de los pequeños Cuando llegó a la casa pintada de azul, le indicó al policía que dejara de mirar. Siempre más fuertelos gritos se hicieron más fuertes cuanto más caminaba el Doctor. Sopló frente a sus pasos. Los aullidos de los que aún tenían miedo se combinaban con los juramentos de los que ya habían sido vacunados. Cansado y completamente confundido, se sentó en el banco de la habitación de Mendel con un fuerte gemido y pidió un vaso de agua. Sus ojos se posaron en el pequeño Menuchim, levantó al lisiado y le dijo: “Va a ser epiléptico.” Infundió miedo en el corazón de su padre. «Todos los niños tienen Fraisen», objetó la madre. «No es eso», dijo el médico. ‘Pero podría ser capaz de curarlo. Hay vida en sus ojos”.

Inmediatamente quiso llevar al pequeño al hospital. Deborah ya estaba lista. «Lo curarán gratis», dijo. Pero Mendel respondió: ‘¡Cállate, Deborah! Ningún médico puede hacerlo saludable a menos que Dios lo quiera. ¿Debería crecer entre niños rusos? ¿No escuchas ninguna palabra sagrada? ¿Comer leche y carne y pollo frito en mantequilla como en el hospital? Somos pobres, pero no venderé el alma de Menuchim solo porque su curación puede ser en vano. Uno no se cura en el hospital de otra persona”. Como un héroe, Mendel extendió su brazo delgado y blanco para que lo vacunaran. Pero no entregó a Menuchim. Decidió buscar la ayuda de Dios para su hijo menor y ayunar dos veces por semana, lunes y jueves. Débora se decidió peregrinar al cementerio e invocar los huesos de los antepasados ​​por su intercesión ante el Todopoderoso. Entonces Menuchim se recuperaría y no sería epiléptico.

Sin embargo, desde la hora de la vacunación, el miedo se cernía sobre la casa de los Mendel Singer como un monstruo, y el dolor barría los corazones como un viento constante, cálido y punzante. A Débora se le permitió suspirar y su esposo no la reprendió. Durante más tiempo de lo habitual, hundió el rostro entre las manos cuando rezaba, como si estuviera creando sus propias noches para enterrar el miedo en ellas, y sus propias tinieblas para encontrar gracia en ellas al mismo tiempo. Porque ella creía, como estaba escrito, que la luz de Dios brilla en el crepúsculo, y su bondad ilumina la oscuridad. Pero las convulsiones de Menuchim no se detuvieron. Los niños mayores crecían y crecían, su salud clamaba como un enemigo de Menuchim el enfermo, enojado en los oídos de la madre. Era como si los niños sanos sacaran fuerzas de los enfermos, y Deborah odiaba sus llantos, sus mejillas rojas, sus miembros rectos. Ella hizo una peregrinación al cementerio.a través de la lluvia y el sol. Se golpeó la cabeza contra las areniscas cubiertas de musgo que crecieron de los huesos de sus padres y madres. Evocó a los muertos, cuyas mudas y reconfortantes respuestas creyó oír. De camino a casa, temblaba con la esperanza de encontrar a su hijo sano. Se olvidó de trabajar en la estufa, la sopa se desbordó, las ollas de barro se rompieron, las cazuelas se oxidaron, los vasos verdosos y brillantes se hicieron añicos con un fuerte golpe, el cilindro de la lámpara de queroseno se tiñó de hollín, la mecha se quemó miserablemente en un supositorio, la suciedad de muchos soles y muchas semanas cubrieron las tablas del piso, la manteca se derritió en la olla, los botones de las camisas de los niños se secaron como hojas antes del invierno.

Un día, una semana antes de las grandes vacaciones (el verano se había convertido en lluvia y la lluvia estaba a punto de convertirse en nieve), Deborah empacó la canasta con su hijo, lo cubrió con mantas de lana, lo subió al carro de Sameshkin y partió. a Kluczýsk, donde vivía el rabino. La tabla del asiento yacía suelta sobre la paja y resbalaba con cada movimiento del coche. Deborah lo sujetó con sólo el peso de su cuerpo, estaba vivo, quería saltar. El camino angosto y sinuoso estaba cubierto del barro gris plateado, en el que se hundían las botas altas de los transeúntes y las medias ruedas del carro. La lluvia velaba los campos, atomizaba el humo sobre las chozas aisladas, con infinita y fina paciencia trituraba todo lo sólido que encontraba, la piedra caliza, que crecían de la tierra negra como dientes blancos aquí y allá, los troncos aserrados en los bordes del camino, las tablas apiladas y fragantes frente a la entrada del aserradero, también el pañuelo de Deborah y las mantas de lana bajo las cuales yacía enterrado Menuchim . Ninguna gota debe mojarlo. Deborah calculó que le quedaban cuatro horas; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. los troncos aserrados en los bordes del camino, los tablones olorosos apilados frente a la entrada del aserradero, también el pañuelo de Deborah y las mantas de lana bajo las cuales yacía enterrado Menuchim. Ninguna gota debe mojarlo. Deborah calculó que le quedaban cuatro horas; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. los troncos aserrados en los bordes del camino, los tablones olorosos apilados frente a la entrada del aserradero, también el pañuelo de Deborah y las mantas de lana bajo las cuales yacía enterrado Menuchim. Ninguna gota debe mojarlo. Deborah calculó que le quedaban cuatro horas; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. tablas fragantes frente a la entrada del aserradero, también el pañuelo en la cabeza de Deborah y las mantas de lana bajo las cuales yacía enterrado Menuchim. Ninguna gota debe mojarlo. Deborah calculó que le quedaban cuatro horas; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. tablas fragantes frente a la entrada del aserradero, también el pañuelo en la cabeza de Deborah y las mantas de lana bajo las cuales yacía enterrado Menuchim. Ninguna gota debe mojarlo. Deborah calculó que le quedaban cuatro horas; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. que todavía le quedaban cuatro horas para ir; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. que todavía le quedaban cuatro horas para ir; si la lluvia no paraba, tenía que detenerse frente a la posada y secar las frazadas, beber un poco de té y comer los pretzels de semillas de amapola que había traído consigo, que también ya estaban empapados. Podría costar cinco kopeks, cinco kopeks que no deberían tomarse a la ligera. Dios entendió, dejó de llover. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo. Un sol desvaído palideció sobre veloces volutas de nubes, apenas una hora; finalmente se hundió en un crepúsculo nuevo y más profundo.

La noche negra estaba acampada en Kluczýsk cuando llegó Deborah. Muchospersonas indefensas ya habían venido a ver al rabino. Kluczýsk consistía en unos pocos miles de casas bajas, con techo de paja y listones de madera, un mercado de un kilómetro de ancho que era como un lago seco, rodeado de edificios. Los vagones que estaban parados en él recordaban a uno naufragios atascados; además, se perdían, minúsculos y sin sentido, en la extensión circular. Los caballos enjaezados relinchaban junto a los carros, pisando el barro pegajoso con cascos cansados ​​y resonantes. Hombres individuales deambulaban por la noche redonda con farolillos amarillos que se balanceaban en busca de una manta olvidada y una vajilla tintineante con provisiones. A su alrededor, en las miles de casitas, se acomodaban los recién llegados. Dormían en literas junto a las camas de los nativos, los enfermos, los torcidos, los cojos, los locos,

Deborah vivía con los parientes de su esposo en Kluczýsk. Ella no estaba durmiendo. Se pasó toda la noche acurrucada en un rincón junto a la cesta de Menuchim, junto a la chimenea; La habitación estaba oscura, su corazón estaba oscuro. Ya no se atrevía a invocar a Dios, le parecía demasiado alto, demasiado grande, demasiado ancho, infinito detrás de cielos infinitos, habría tenido que subir una escalera de millones de oraciones para llegar a un rincón de Dios. Buscó patrones muertos, llamó a los padres, al abuelo de Menuchim, de quien se nombró al pequeño, luego a los patriarcas de los judíos, Abraham, Isaac y Jacob, los huesos de Moisés y finalmente a los patriarcas. Dondequiera que la intercesión fue posible, envió un suspiro. Llamó a cien tumbas, a cien puertas del paraíso. Temerosa de no poder comunicarse con el rabino mañana porque había demasiados peticionarios, primero rezó por la suerte de poder avanzar en el tiempo, como si la recuperación de su hijo fuera a ser entonces un juego de niños. Por fin, a través de las rendijas de los postigos negros, vio unos pálidos rayos matutinos. Ella se levantó rápidamente. Encendió las virutas de pino secas que estaban sobre elBuscó y encontró una olla, tomó el samovar de la mesa, arrojó las virutas encendidas, echó más carbón, agarró la olla por las dos asas, se inclinó y sopló en ella para que las chispas salieran y crujieran a su alrededor. rostro. Era como si estuviera actuando en algún rito misterioso. Ahora el agua estaba hirviendo, ahora el té estaba hecho, la familia se levantó, se sentó frente a los platos de barro marrón y bebió. Entonces Débora sacó a su hijo de la canasta. Él gimió. Lo besó rápido y muchas veces, con una ternura enloquecedora, sus labios húmedos lamiendo la carita canosa del pequeño, las manitas, los muslos torcidos, la barriga hinchada, era como si golpeara al niño con su boca maternal amorosa. Entonces ella lo envolvió ató una cuerda alrededor del paquete y colgó a su hijo alrededor de su cuello para que sus manos quedaran libres. Quería hacerse un lugar entre la multitud frente a la puerta del rabino.

Con un agudo aullido se arrojó a la multitud de personas que esperaban, con puños crueles apartó a los débiles, nadie pudo detenerla. Quien, golpeado por su mano y alejándose, miraba para rechazarla, estaba cegado por el dolor ardiente de su rostro, por su boca abierta y roja de la que parecía emanar un aliento abrasador, por el brillo cristalino de las grandes y rodantes lágrimas, de las mejillas encendidas con llamas rojas brillantes, de las gruesas venas azules en el cuello estirado donde los gritos se acumulaban antes de estallar. Deborah flotaba como una antorcha. Con un solo grito agudo, tras el cual se derrumbó la espantosa quietud de todo un mundo muerto, Deborah cayó frente a la puerta del rabino, a la que por fin había llegado, con el pestillo en la mano derecha extendida. Tamborileó contra la madera marrón con la mano izquierda. Menuchim se arrastró por el suelo frente a ella.

Alguien abrió la puerta. El rabino estaba de pie junto a la ventana, de espaldas a ella, una línea negra y estrecha. De repente se dio la vuelta. Ella permaneció en el umbral, ofreciendo a su hijo en ambos brazos como quien hace un sacrificio. Alcanzó a ver el rostro pálido del hombre, que parecía ser uno con su barba blanca. Se había decidido a mirar a los ojos de la santa para ver que en ellos vivía realmente una gran bondad. Pero ahora ella estaba aquí, un mar de lágrimas yacía ante sus ojos, y vio al hombre detrás de una ola blanca de agua y Sal. Levantó la mano, ella creyó reconocer dos dedos flacos, instrumentos de bendición. Pero muy cerca oyó la voz del rabino, aunque sólo susurraba:

Menuchim, el hijo de Mendel, estará bien. No habrá muchos como él en Israel. El dolor lo hará sabio, la fealdad amable, la amargura suave y la enfermedad fuerte. Sus ojos serán grandes y profundos, sus oídos brillantes y resonantes. Su boca callará, pero cuando abra sus labios anunciarán cosas buenas. ¡No tengas miedo y vete a casa!

«¿Cuándo, cuándo, cuándo mejorará?» susurró Deborah.

“Después de muchos años”, dijo el rabino, “pero no me hagas más preguntas, no tengo tiempo y no sé más. No dejes a tu hijo, aunque sea una gran carga para ti, no te lo entregues, sale de ti como un niño sano. ¡Y ve!» …

Le hicieron sitio afuera. Sus mejillas estaban pálidas, sus ojos secos, sus labios ligeramente entreabiertos como si respirara esperanza. Gracia en su corazón, ella regresó a casa.

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martes, 14 de febrero de 2023

dia 14 de febrero,martes, 2023---- vienen los electricistas de mapfre y traen una mesita del CI

joseph. de pcmadrid caleruega me envia un whatssap para preguntarme cuándo nos reunimos. Le respondo que el jueves o después (pues mañana miércoles, Mer se va con sus amigas a desayunar) vienen los electricistas de mapfre a instalar enchufes en salón, tres habitaciones y dos terrazas También traen desde CI Sanchinarro una mesita de noche pagada con tarjeta del CI (30 marzo). Yo fui a desayunar a las 9h a Plaza15.... y ahora. cuando son las 17,30h... los operarios de electricidad están casi terminando su trabajo. La factura será pagada por banco de Mapfre junto a la cuota

domingo, 12 de febrero de 2023

domingo, 12 febrero 2023 / difícil configuración de Windows 11 en el inicio y carga de bateria del laptop ASUS Vivobook

A las 12h, en c/ Caleruea, 4 (303motivos303) quedo durante una hora,con Joseph PCmadrid-Caleruega, desde las 12 a las 13 y le pago 35 € // Toda la tarde estuve intentando cargar la bateria, desde las 16h hasta las 19h. Fuí al CI y después de hablar con Antonio, el vendedor q me atendió cuando compré hacia el 30 de enero, el ordenador laptop ASUS vivo book F1402Z // 155.8855.7 / Dep. 152 / 1 UE / 1 US // Por la mañana, Joseph me asesoró con el manejo de la tablet Samsung tab 3 y configuramos el correo de palmacrar como preferente en la tablet y tambien en el ordenador HP i7. En la tablet están los correos de gmail urcesa (julio Sanz) y palmaclar Mercedes); y en el HP i7 están los correos de gmail palmaclar y urcesa y juliorus89. con sus respectivos perfiles en Google. Por la noche, hacia las 21h, le envio un whatssap a Joseph para que dejemos pasar varios dias antes de volver a reunirnos; y él me responde diciendo que hablemos el martes. Ya pensaré cuando le respondo y el día y hora que me conviene que nos reunamos.

jueves, 19 de enero de 2023

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sábado, 16 de junio de 2018

Maria Elvira Roca Barea opina sobre el "separatismo" y sobre Lutero

La erudita María Elvira Roca Barea empieza a creer en los milagros tras el inesperado éxito editorial de su primer libro Imperiofobia y leyenda negra. Para alimentar más el misterio, esta andaluza con ritmo de castañuelas, nos cuenta que no sólo ve "algunas cosas claras, clarísimas", sino que las "prevé". Por eso cree que su deber es publicarlo. En su último libro sigue curando complejos de los vecinos católicos del sur de Europa frente a los protestantes del norte. La historia, por si no lo sabes, no es como nos la vendieron Lutero o Calvino. Contra la propaganda, seis relatos históricos sangrientos, dolorosos, aunque por medio aparece la comedia y William Shakespeare. Lo mejor de leer a la cervantina Elvira Roca, es reencontrarte con el español y con la narrativa curiosa y traviesa de nuestros clásicos. Y este don, hay que reconocérselo a la profesora, lo poseen muy pocos.

LD: <strong><em>¿Escribes para hacer justicia o para quedarte tranquila?</em></strong>

E.R.B.: ¿Yo estoy haciendo justicia? No lo sé. Será como dice Arcadi Espada, "lo mío no es amor a la verdad, es que a mí la verdad me pone". No lo sé. Hay cosas que uno, por acumulación de circunstancias, va viendo claras a lo largo de la vida. Y es que las veo clarísimas, las veo tan claras que las preveo, y no me equivoco. Hay que contárselo a tus semejantes, creo yo. Yo escribí Imperiofobia convencida de que lo que yo veía, que lo veía muy claro, no le iba a interesar a nadie, y además no iba a ser capaz de hacerme entender. Y por alguna razón, no sé ni cómo pasó, pero el hecho es que debí de medio explicarme o algo que la gente me ha entendido. Creo que debo seguir intentando explicarme. A lo mejor no sirve para nada, pero a lo mejor sí. No lo sé.
Para el nacionalismo, Cataluña es en realidad irrelevante, podría colonizar cualquier otro territorio y actuaría exactamente igual. Es falso, no aman Cataluña.

LD: <strong><em>Escuché el otro día cómo en un programa de televisión te comparaban la Plataforma Ciudadana de Albert Rivera con el nacionalismo de los políticos catalanes. ¿Cómo explicar la diferencia que hay entre levantar una bandera u otra?</em></strong>

E.R.B.: El nacionalismo es por definición una tendencia centrífuga que procura dividir por definición, siempre son así, buscan enemigos, construyen a partir de la división y del enfrentamiento. El nacionalismo no tiene patria, es internacional, simplemente anida en un territorio y lo coloniza. Para el nacionalismo, Cataluña es en realidad irrelevante, podría colonizar cualquier otro territorio y actuaría exactamente igual. Es falso, no aman Cataluña, si la amaran no querrían amputarle la mitad y no habrían machacado, como han machacado, a tantos catalanes, buscarían una integración, buscarían una forma de convivir, que es lo que uno hace con las cosas que quiere: quererlas y no destrozarlas ni destruirlas. Por lo tanto lo que Rivera ha hecho en Plataforma Ciudadana y lo que lleva haciendo Ciudadanos desde tantísimo tiempo es enfrentarse a ese cáncer que ha terminado colonizando las estructuras políticas de Cataluña. Eso de que es nacionalismo español es una burda falsificación que no merece ni refutación ni siquiera. La mayoría de gente que vivimos en este país no tenemos ningún problema en ser andaluces y españoles, murcianos y españoles, aragoneses y españoles. Yo no tengo ningún problema con el primer apellido mío que es catalán, no me lo quiero quitar. Los que podemos ser más de una cosa sin estorbar y sin destrozar no podemos nunca ser iguales que aquellos cuyo único fin es dividir y anular todo aquello que no pueden controlar.

LD: <strong><em>Escribes como una clásica "de libro"</em>.</strong><em>

E.R.B.: Hombre, yo estudié clásicas, los clásicos no son para mí un demérito en absoluto. Creo que en Occidente hemos perdido un poco el norte en las letras. En el periodo de entreguerras, con las vanguardias, hubo una especie de desestructuración de la que quizá no nos hemos recompuesto todavía. Uno aprende leyendo y de lo que se ha leído algo se transparenta. Pero me encanta que me lo digas.

LD: <strong><em>Tus relatos son un dulce tradicional y artesano para el paladar lingüístico, me has hecho disfrutar del español, has recuperado muchas palabras.</em></strong></em>

E.R.B.: Lo he procurado por varios frentes. Uno tiene que ver con una cantidad grande de vocabulario de uso que existe en el habla popular, sobre todo en el habla popular andaluza y que ha dejado de utilizarse en esta especie de neo-español escurrido que se anda empleando cada vez más en los medios de comunicación. Es un español triste, despojado de sus expresiones más castizas y populares. Creo que ese achatamiento se ha producido en casi todas las lenguas y es por un efecto de los medios de comunicación, de la homogeneización en las expresiones que se utilizan. Yo nunca he querido perder el habla de mi pueblo y de mi comarca, que sigue manteniendo un caudal espectacular de vocabulario de uso corriente y que ya no es el que se emplea en lo que Lázaro Carreter llamaba el neo-español. Y luego, claro, me he pasado la vida leyendo textos del Siglo de Oro y leyendo a los clásicos.

LD: <strong><em>Los personajes están caracterizados por su propio lenguaje</em>.</strong><em>

E.R.B.: Me gusta que me lo digas porque he intentado que cada personaje y cada relato tenga un tono narrativo diferente para distinguir unos de otros, y también por eficacia narrativa. Son seis, son relativamente breves y cada uno de ellos exigía un trato distinto por el tema en sí y porque el puzzle se armara un poco, es decir, resultara más eficaz.

LD: <strong>¿Porcentaje de historia en cada relato?</strong><em>



ANA DE SAJONIA

E.R.B.: Hay muchísimo de historia. Ana de Sajonia existió realmente y su final fue peor, más terrible del que yo cuento. Ana de Sajonia tuvo varios intentos de suicidio hasta que finalmente consiguió morirse de muerte natural. En los últimos años de su vida es una mujer completamente destruida, como cualquiera puede verse a sí mismo cuando te despojan de tu patrimonio, de tus hijos, de tu reputación y de todo… y finalmente confinada y encerrada. Es una destrucción premeditada y consciente, y había que contarla. Las alusiones a su familia, a su madre, a su abuela, al matrimonio de Felipe de Hesse, bígamo, todo es cierto. Hasta la boda oficiada por Martín Lutero. Lo único no real son esos dos personajes que conversan en el jardín del castillo en esa mañana en la que Ana de Sajonia sobrevive a uno de sus intentos de suicidio.

"Es un crimen perpetrado delante de todos y para todos invisible", dice el criado, Gabriel de Boor.

E.R.B.: Gabriel de Boor, el criado, es un personaje que recorre las vidas de esas tres mujeres destruidas por la situación en la que el protestantismo dejó a las mujeres, que las deja en la situación previa a la venida de Cristo. En ese canto de la modernidad del protestantismo es muy interesante comprobar que su primer efecto fue absolutamente destructivo para las mujeres. De nuevo los hombres pueden despojarse de aquella mujer que les estorba y dejarla en una situación de absoluta pobreza, o robarle los hijos si quieren. Es terrible.

LD: <strong><strong>Como el Islam</strong></em>.</strong><em>

E.R.B.: Se tardan siglos hasta un divorcio, legalmente regulado y compensado, en el que las mujeres no queden a los pies de los caballos. Y no es una década o dos. Es tremendo lo que el protestantismo provoca. Todas estas mujeres a las que yo aludo en el libro son seres humanos machacados y destruidos. Como quedó Catalina de Aragón en el caso de Enrique VIII, por ejemplo; todas las esposas de Enrique: a unas las asesinó y de otras se despojó dependiendo de si ellas eran de familias buenas y poderosas que las pudieran proteger.

No soy capaz de entender por qué (la Iglesia católica) se autodestruye. A partir de un cierto momento lo que tendría que hacer es diluirse para dejar de existir.

LD: <strong>El criado cuenta que Guillermo de Orange accede a que Ana se mude al Castillo de Dresde, más pequeño y más económico que el anterior, donde las penurias económicas y materiales se disimularán. Pero la intención era otra.</strong><em>

Ahora hacía ya meses que las gentes de la ciudad y los forasteros se asomaban al parque para lamentar su abandono y confirmarse en la idea - que ya Orane se había encargado de esparcir por mesones, parroquias salones- de que doña Ana era un loca irresponsable una adúltera.

E.R.B.: Fue mudada a Dresde porque era un escaparate mucho más importante. Después de haber estado confinada, alejada de la gente, era razonable que ella tuviera ganas por relacionarse y esto fue nuevamente aprovechado por Guillermo de Orange para generar más rumores sobre sus amantes y su incapacidad. Acepta la mudanza y luego se da cuenta de que Guillermo de Orange juega una partida de ajedrez. "Temo a los dánaos incluso cuando me hacen regalos", dice el criado.

LD: <strong>Acaba de decir el papa Francisco que "una iglesia masculina tristemente se convierte en una iglesia de solterones". Situación a la que Lutero puso remedio.</strong></em>



E.R.B.: Sí, bueno, la Iglesia católica camina, según veo yo, hacia su propia destrucción. Cuesta abajo y sin freno, encantada de destruirse. No lo comprendo. Yo empecé a estudiar la Iglesia católica hace mucho tiempo con la misma curiosidad que estudiaba las otras y no soy capaz de entender por qué se autodestruye. A partir de un cierto momento lo que tendría que hacer es diluirse para dejar de existir. ¿Qué interés tiene en mantenerse como institución cuando se ha descafeinado completamente, y realmente no mantiene diferencia apreciable con el protestantismo desde el Vaticano II? Con lo cual, qué más da.

LD: <strong>¿Por qué tiene buena prensa Lutero, adalid de la modernidad?</strong><em>

E.R.B.: Tiene buena prensa porque se la ha construido. Es que eso hay que construirlo. Lutero fue un buen criado al servicio de amos poderosos y proporcionó la munición de un enfrentamiento por el poder en el Sacro Imperio que fue terrible y provocó un cisma religioso de consecuencias tremendas; que todavía están perfectamente vivas. Las consecuencias del trabajo de Lutero son muy serias: la primera es la nacionalización de las iglesias. Es la primera vez que el poder religioso se somete absolutamente al poder de los príncipes.

LD: <strong>Como la expropiación de los regímenes comunistas.</strong></em>

E.R.B.: Lutero protagoniza la primera gran revolución. Estamos acostumbrados a estudiar el fenómeno de las revoluciones a partir de la Revolución Francesa y no es cierto. Ésta es la primera revolución. Y entiendo por revolución toda alteración social que lleva aparejada un latrocinio organizado. Es decir, no es revolución la violencia en la que no hay cambio en la propiedad, justificado ya sea moralmente, religiosamente o en la forma que sea. Toda revolución viene siempre a cambiar de manos la propiedad, esa es la realidad. En nombre del bien, del progreso o de lo que usted quiera, del pueblo o del árbol de la esquina. La primera gran revolución es la del protestantismo.
Lutero, al servicio de los príncipes alemanes, consigue aplastar aquellas revueltas campesinas. Fue una sangría espectacular, o sea una bestialidad.

LD: <strong>La guerra de los protestantes contra los campesinos en Alemania fue una masacre.</strong><em>

E.R.B.: Esto hay que entenderlo en el contexto feudal del Sacro Imperio. Era una estructura débil de poder, un feudalismo que ya se había superado ampliamente en la zona del Mediterráneo, en el Sur. De repente aparece un emperador que no por ser emperador del Sacro Imperio sino porque tiene de su madre una herencia enorme y espectacular en la zona más rica, más moderna y que va por delante del resto de Europa, está en condiciones de mandar más de lo que ha mandado ningún emperador desde Barba Roja en el XII. Y decidido a introducir grandes cambios. Esos príncipes no están dispuestos a que un niñato Habsburgo toque sus parcelas de poder. Es una situación absolutamente inédita, inconcebible. Nos han enseñado que todo fue un conflicto religioso y no, es un conflicto de poder extremadamente virulento. Tú introduces de repente un torpedo en la línea de flotación del sistema moral europeo, que era en lo que se apoyaba Carlos V para intentar construir aquella especie de gran unión de norte y sur, y a partir del momento que cuestionas la normas básicas de convivencia y el catolicismo, ancha es Castilla, es decir, ya tocamos todo. Y Alemania venía arrastrando un problema tremendo en la crisis de su régimen feudal que no acababa de resolver: hay masas de campesinos que quieren salir del régimen de servidumbre. Entonces, en el momento en que tú cuestionas la sintaxis del poder esa gente aprovecha, es decir, si aquí no se respeta ni a los curas, ni a la iglesia, ni se respeta nada, pues, ¿por qué yo voy a respetar a mi señor? Yo también quiero ser libre, yo también quiero derecho a mis tierras comunales.



L.D  <strong>Y entonces los príncipes y Lutero dicen "éste sí pero tú no".</strong></em>

E.R.B.: Claro. Hubo clérigos que apoyaron estas rebeliones campesinas y que tenían más razón que un santo. Tú te lees los artículos de las reivindicaciones campesinas, en el libro son literales, están copiadas tal cual, y las criaturas lo que quieren es derecho a ir a por leña al bosque comunal, lo que quieren es cazar en las épocas de escasez. Son unas reivindicaciones que te hacen una idea de que en qué situación estaban los campesinos alemanes. A favor de ellos hubo clérigos heréticos, cismáticos… y luego están los que triunfaron, Lutero y los suyos. Lutero, al servicio de los príncipes alemanes, consigue aplastar aquellas revueltas campesinas. Fue una sangría espectacular, o sea una bestialidad. Pero no las estudiamos, hemos decidido que todo fue gloria y maravilla.

LD: <strong>Pero Lutero es transparente en su antisemitismo o en su odio al campesino. Todo está escrito.</strong><em>

E.R.B.: Absolutamente. Lo bueno de Lutero es que escribía. No tienes que irte nunca a leerte la bibliografía de turno sobre Lutero. Ya está, nadie te lo tiene que retratar, lo lees a él y él se retrata solo. En una biografía que hizo últimamente la editorial Taurus se dice que era el padre de la libertad de pensamiento, de la libertad religiosa y también de la libertad sexual. Esta es la última incorporación que había que hacer. (Elvira se ríe). Ya es difícil encontrar a alguien más virulentamente fanático y más compulsivamente antisemita, Lutero no disimula en ningún momento, todo lo que fuese, lo fue compulsivamente.

LD: <strong>¿Se creía un mesías?</strong></em>

E.R.B.: Yo creo que sí. Leyéndolo creo que Lutero tenía una cosa de estas ciclotímicas. Pasaba de etapas de exaltación a bajones tremendos. Y así anduvo toda su vida. No fue un hombre para nada de vida calmada, apacible ni en armonía con su entorno, con Dios, ni con nada. Estuvo en un estado de conflictividad permanente.


LD: <strong>Me he reído mucho leyendo el relato de Shakespeare en Verona.</strong></em>

E.R.B.: De todos los relatos éste era el único que permitía ser tratado amablemente, porque todos los demás son historias terribles y sangrientas, no admitían suavidad. Se sabe que Shakespeare desaparecía de Inglaterra largos años de su vida, hay huecos de hasta ocho años, y no se sabía dónde iba. Hace tiempo aparecieron investigaciones de unas firmas de Shakespeare en un seminario en Roma. Aparecen unas indicaciones de Sir. William de Stanford, que coinciden con esas épocas en las que Shakespeare desaparecía. Y luego está claro que él ha conocido la versión primitiva de la historia de Romeo y Julieta. Probablemente es un texto italiano traducido al francés y luego al inglés. La primera mención, que no tiene ninguna concreción, de Capuletos y Montescos es en el Dante. Es seguro que Shakespeare conocía ese texto traducido y no es nada raro que aprovechara esa instancia en Italia para viajar a Verona. Entonces ya existía el balcón de Julieta, que era un puticlub, una pensión de mala fama, una casa de postas un poco vulgar, vaya.

LD:<strong> Los personajes de la bodega son buenísimos.</strong><em>

E.R.B.: Me lo pasé muy bien escribiendo este relato. Porque esos hermanos son trasunto de gente que yo conozco. Pero no los voy a nombrar. Y había que dejar un poco en la sombra al personaje ese que llega y que realmente nunca habla, ni dice nada, pero está todo el tiempo. Había que construirle una pantalla que permitiera su presencia y ausencia al mismo tiempo porque era muy arriesgado convertir a Shakespeare, un personaje histórico muy conocido, en un personaje literario. Hacer eso y salir airoso... Siempre pienso en Marguerite Yourcenar con las Memorias de Adriano, ese personaje tremendo, narrar en primera persona, construirle un personaje… Eso ya son palabras mayores y yo no me atrevía, he de confesarlo, no me atrevía. Pero sí quería que Shakespeare estuviera presente casi todo el tiempo y construí ese pequeño puzzle de personajes moviéndose alrededor de él pero él no está casi nunca.
Creo en muchas cosas, por ejemplo en el trabajo duro.

LD: <strong>El título es un guiño ejemplar a Miguel de Cervantes.</strong></em>

E.R.B.: Es mi pequeño homenaje a Cervantes. Creo que nadie escribe en español sin hacerle el saludo al Sol a Cervantes. Porque es el buque insignia, y además es extraordinario. Podría ser una barquilla de mala muerte pero no lo es. Es un tío fenomenal, él era fenomenal y su obra también. Ha conseguido permanecer a lo largo de los siglos inmutable y perfecta. En todas las lenguas El Quijote se sigue editando y no pierde su brillo, no pierde su encanto, y eso es cuajar una faena de esas fenomenales.

LD: <strong>La portada es endemoniada…</strong><em>

E.R.B.: Es un manuscrito husita, de la República Checa, el demonio vendedor de indulgencias. Un cisma anterior a Lutero, el de Jan Hus. Lutero aprovecha todas las críticas de los distintos movimientos heréticos y cismáticos que había habido antes de él. Lo de la venta de indulgencias era un clásico por muchas razones. Hay un componente claro de inmoralidad, hay una línea muy tenue entre lo que la indulgencia es en realidad y un uso perverso de esas indulgencias. Pero para que nos entendamos, una indulgencia no es más que una limosna a la que uno le pone un nombre. El cristiano oriental y occidental puede hacer penitencia de muchas formas: reza, se sacrifica o da limosnas. Y al darlas puede poner un nombre, que es lo que es la indulgencia. Pedir limosna, por ejemplo, para la construcción de la catedral del patatín. En realidad Lutero se opone a las indulgencias que se están entregando para la construcción de la Catedral de San Pedro pero no se opone a las que ha vendido el obispo de Maguncia para la construcción de una catedral. La portada es el caballo de batalla de Lutero, la representación de un demonio vendiendo indulgencias durante el siglo XV, durante las guerras husitas. Es un manuscrito espectacular que no llegó a completarse, tiene páginas en blanco. El diablo es más grande y es espectacular. Todas las imágenes del manuscrito husitas son espectaculares.

LD: <strong>¿Se acuerda de esta frase de G. K. Chesterton: "lo malo de dejar de creer en Dios no es que ya no creas en nada, sino que están dispuestos a creer en todo"?</strong></em>

E.R.B.: Yo no creo que en catolicismo haya intrínsecamente nada que sea moralmente inferior ni que el catolicismo lleve al atraso ni que el catolicismo sea más intolerante, en absoluto. Esto es el resultado de una puesta en escena extraordinariamente bien fabricada contra la que la Iglesia Católica no ha hecho nada y lo llevo reprochando... hago predicación constante sobre este asunto, porque es indecente por parte de la Iglesia Católica haber abandonado a los pueblos católicos. Si ella optaba por no defenderse tenía que haber pensado que dejaba a los pueblos católicos a los pies de los caballos. Y ha actuado de forma en gran parte cobarde y en gran parte complaciente, buscando la recuperación de sus hijos pródigos mientras a sus buenos hijos, aquellos que permanecieron leales a la santa madre Iglesia, los ha abandonado. Es tremendo, y a mí me duele muchísimo, porque tiene consecuencias muy graves. Pero en sí misma la Iglesia Católica no ha sido fuente de fanatismo ni de atraso ni nada que se le pueda parecer, es solamente cuestión de ponerse a investigar lo suficiente. Decir que el desarrollo del capitalismo, como hace Max Weber, está vinculado al protestantismo... ¡Hombre no! El protestantismo trajo pobreza y fanatismo antes de traer prosperidad. Por esa regla de tres el catolicismo también trajo prosperidad antes de traer lo contrario, si el pensamiento científico no es una falacia, mismas causas producen mismos efectos.

LD: <strong>¿Crees en algo, Elvira?</strong><em>

E.R.B.:Yo creo en muchas cosas, por ejemplo en el trabajo duro. Y ya últimamente, con esto que le pasa a mis libros, en los milagros.

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FUENTE:
https://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2018-06-10/elvira-roca-la-iglesia-catolica-camina-hacia-su-propia-destruccion-1276620100/


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<strong>Ana de Sajonia</strong><em>




Annasaxony1544.jpg
Ana de Sajonia (Dresde, 23 de diciembre de 1544 - 18 de diciembre de 1577) fue la única hija y heredera del elector Mauricio de Sajonia, y de Inés, hija mayor del landgrave Felipe I de Hesse. Fue la segunda esposa de Guillermo de Orange.

Ana tenía fama de ser una mujer poco atractiva, pero la riqueza y nobleza de su rango atrajo numerosos pretendientes. El 25 de agosto de 1561 se casó con Guillermo de Orange, con quien tuvo cinco hijos:

Ana (1562), fallecida en la infancia.
Ana de Nassau (1563-1588), se casó con Guillermo Luis de Nassau.
Mauricio Augusto Felipe (1564-1566), fallecido en la infancia.
Mauricio de Nassau (1567-1625), estatúder y Príncipe de Orange.
Emilia de Nassau (1569-1629), se casó con el príncipe Manuel de Portugal (1568-1638), hijo del prior de Crato, pretendiente a la Corona lusa.
Ana tenía un carácter inestable, cambiante entre la melancolía, la violencia y el impulso suicida. Su personalidad impredecible terminó cansando a su marido Guillermo y a la ciudadanía.

Embarazada de su abogado, Jan Rubens, dio a luz una hija ilegítima, Cristina, el 22 de agosto de 1571. Enterado Guillermo, en aquel tiempo ocupado en la guerra de los ochenta años contra España, mandó arrestar a Rubens y apartó de ella a sus tres primeros hijos sobrevivientes, a los que Ana no volvería a ver nunca más. Jan Rubens sería liberado y volvería con su esposa legítima, con quien llegaría a ser padre del famoso pintor Peter Paul Rubens.

Ana fue enviada al castillo de Beilstein junto con su hija Cristina. Allí su carácter se volvió todavía más excéntrico, sufriendo alucinaciones y ataques de cólera. Cristina fue apartada de su lado y enviada a vivir con sus hermanastros. Guillermo anuló su matrimonio, volviendo a casarse dos veces más. Ana vivió el resto de sus días en Dresde, donde murió en 1577 a los 32 años de edad.

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FUENTE:

https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_de_Sajonia
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http://www.abc.es/historia/abci-falsa-locura-sajonia-demente-enferma-sexual-aunque-diga-wikipedia-201806120543_noticia.html

La falsa locura de Ana de Sajonia: ni demente ni enferma sexual aunque lo diga la Wikipedia
Mujeres como Ana de Sajonia o Catalina de Aragón fueron víctimas de divorcios abusivos, productos de la Reforma protestante que permitía a dirigentes como Enrique VIII o Orange no responder ante nadie más que ellos.

La Wikipedia, una enciclopedia online fruto de la colaboración global, ha abierto las puertas del conocimiento a todas las clases sociales y a todos los países, a pesar de los inevitables errores de una información con escasos filtros. Claro que una cosa es un error en una fecha o una imprecisión y otra propagar tópicos. Algunas entradas de la Wikipedia son la mejor prueba de la vigencia de la Leyenda Negra contra lo español y el mundo católico.

Así es el caso de Ana de Sajonia, primera esposa de Guillermo de Orange, cuya entrada española en la Wikipedia (paradójicamente, más imprecisa y sensacionalista que la versión holandesa o la alemana) califica a la germana de mujer con «un carácter inestable, cambiante entre la melancolía, la violencia y el impulso suicida». Según la enciclopedia online, «su personalidad impredecible terminó cansando a su marido Guillermo y a la ciudadanía, que anuló su matrimonio». Una información conforme a lo que los intereses de Orange, inventor de la propaganda moderna, contó a Europa para evitar el escándalo y forzar el divorcio, incluso a riesgo de incurrir en mentiras.

Ni cuento ni final feliz
Mujeres como Ana de Sajonia o Catalina de Aragón fueron víctimas de divorcios abusivos, productos de la Reforma protestante que permitía a dirigentes como Enrique VIII o Orange responder únicamente ante las moldeables nuevas iglesias. Puesto que la separación entre Estado y religión nunca fue tan liviana. Sin embargo, el que Ana de Sajonia fuera repudiada y desprestigiada respondió al hecho de que al menos el pueblo sí necesitaba comprender que el poder no se había vuelto arbitrario. O al menos, no del todo.

Ana de Sajonia (Dresde, 23 de diciembre de 1544) era hija del elector Mauricio de Sajonia y de Inés, hija mayor del landgrave Felipe I de Hesse. Ambas familias íntimamente relacionadas con Lutero. Dada su alta dote y la nobleza de su sangre, Ana de Sajonia fue pretendida por los grandes señores protestantes del continente, incluso cuando una ligera cojera y un hombro más alto que el otro le daba un aspecto físico poco atractivo. Así y todo, fue finalmente Guillermo de Orange el que se casó con ella el 25 de agosto de 1561 mediante una dote de 250.000 florines, a pesar de que entre la familia de la novia hubo recelo a cuenta de la deuda que el líder holandés mantenía con Hesse.

Orange, pronto involucrado en una guerra contra su legítimo soberano, Felipe II, empleó sus amistades y sus negocios en Alemania para levantar ejércitos de mercenarios con los que inflamar, cada poco tiempo, las llamas de la rebelión en los Países Bajos. Su segundo matrimonio fue fundamental para ello.

Orange buscó la manera de divorciarse de Ana sin renunciar a su dote
Viudo desde 1558, Guillermo de Orange se casó con Ana de Sajonia para reforzar su relación luterana y agrandar su patrimonio. La dote de Sajonia, cimentada en las confiscaciones de tierras de la Iglesia y de nobles católicos, era de un gran volumen. No en vano, y aquí coinciden todas las versiones, el matrimonio fue desde el principio desafortunado y Ana cayó en varias depresiones, lo cual no evitó que la pareja tuviera cinco hijos.

Hacia 1571, la Casa Orange estaba prácticamente en la ruina y, con el Duque de Alba afianzado su poder en los Países Bajos, Guillermo estaba en uno de sus momentos más bajos, habiendo perdido recientemente a su hermano (Adolfo), sus posesiones y sus cargos. A consecuencia de ello, Orange buscó la manera de divorciarse de Ana sin renunciar a su dote, lo cual consiguió propagando los rumores más deformados y otorgándole un exagerado apetito sexual.

Si bien la Wikipedia afirma que el detonante del divorcio fue que quedó embarazada de su abogado, Jan Rubens, padre del célebre pintor, nunca se ha podido demostrar que la niña resultante, Cristina, no fuera en verdad de Guillermo. El líder rebelde mandó arrestar a Rubens para torturarlo. Ana fue presionada para que o confesaba su infidelidad o Rubens sería ejecutado. Como resultado de ello, se declaró culpable el 26 de marzo de 1571 y Guillermo la recluyó junto a la hija bastarda en el Castillo de Beilstein, apartada de sus tres primeros hijos. Jan Rubens, no obstante, fue liberado y pudo volver con su esposa legítima poco después.

El líder rebelde convenció a Europa de que Ana de Sajonia había perdido el juicio y se merecía aquel destino, del mismo modo que convenció a la mayoría de que Felipe II había recluido y asesinado a su hijo primogénito, Carlos de Austria, en el Alcázar de Madrid. El arte de la mentira era su mayor talento.

Cómo destruir a una persona
En el castillo de Beilstein (hoy, Alemania), asegura la historia «oficial», Ana de Sajonia se volvió «todavía más excéntrica, sufriendo alucinaciones y ataques de cólera». María Elvira Roca Barea, autora de «Imperiofobia y Leyenda Negra» y del reciente «6 relatos ejemplares 6», recuerda que «no existen pruebas acreditadas que puedan dar fe de dichas acusaciones más allá de los tejemanejes de su inteligente y poderoso marido por hacerse con todos los bienes y riquezas de aquella. La única opción que le quedaba al príncipe para poder casarse con otra mujer mucho más joven, sin renunciar a la fabulosa dote de Ana —que había salvado a los Orange-Nassau de la ruina—, pasaba por desacreditarla, por destruirla…»

Guillermo de Orange, el Taciturno, por Adriaen Thomasz Key

Cuando Cristina fue apartada del lado de Ana, aquello fue un golpe crítico para la deprimida y destruida esposa de Guillermo, que intentó suicidarse a consecuencia de este maltrato psicológico. ¿Si Cristina no era hija de Orange para qué apartarla de Ana? Simplemente, por castigarla. Trasladada a Dresde en diciembre de 1576, en una estancia cuyas ventanas estaban amuralladas, vivió el resto de sus días hasta morir de agotamiento físico y mental, en 1577, a los 32 años de edad.

Orange, por su parte, se volvió a casar poco después. Primero con Carlota de Montpensier, que, pese a ser hija del católico Luis de Borbón, mantenía una estrecha relación con distintos personajes protestantes. Con ella empezó su relación incluso antes de estar completamente divorciado.

Exiliados los dos en Alemania, Carlota y Guillermo se desposaron en junio de 1575 en medio de las críticas de los círculos calvinistas, que no entendían qué veía el Príncipe de Orange en aquella monja católica que se había fugado de un convento de Francia. Carlota, que había sido abadesa en su juventud, murió de agotamiento mientras curaba las heridas que su marido recibió cuando un joven vizcaíno de pocas luces, Juan Jáuregui, intentó asesinarle en 1582. Aún se casaría una cuarta vez «El Taciturno», que por el camino dejó varios hijos fruto de relaciones extramatrimoniales.
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FUENTE:
http://www.abc.es/historia/abci-falsa-locura-sajonia-demente-enferma-sexual-aunque-diga-wikipedia-201806120543_noticia.html

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<strong>Ana de Sajonia</strong> fue la única hija y heredera del elector Mauricio de Sajonia, y de Inés, hija mayor del landgrave Felipe I de Hesse. Fue la segunda esposa de Guillermo de Orange. Wikipedia
Fecha de nacimiento: 23 de diciembre de 1544, Dresde, Alemania
Fallecimiento: 18 de diciembre de 1577, Dresde, Alemania
Cónyuge: Guillermo de Orange (m. 1561–1571)
Casa: Casa de Wettin
Hijos: Mauricio de Nassau, Ana de Nassau, Emilia de Nassau, Anna van Nassau, Maurits van Nassau
Padres: Mauricio de Sajonia, Agnes of Hesse

FUENTE:

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