domingo, 13 de mayo de 2012

carta de Monseñor Fellay (FSSPX)... del año 1997

carta de Monseñor Fellay (FSSPX)…en el año 1997…

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En la Carta dirigida a los otros tres Obispos de la FSSPX, Monseñor Fellay estampó esta frase lapidaria:
“Esta dialéctica entre verdad/fe y autoridad, es contraria al principio sacerdotal”

En otro texto de la misma Fraternidad Sacerdotal, encontramos esta luminosa doctrina:

Carta a los Amigos y Benefactores Nº 53, del 29 de septiembre 1997.
(…) En cuanto al contenido de los documentos, tienden a afirmar, con una cierta oscuridad, que hay un cisma concretizado por la consagración de los obispos del 30 de junio de 1988, y por lo tanto la excomunión para todos aquellos que adhieren formalmente al llamado cisma: obispos, sacerdotes y fieles.
Se sostiene la ausencia de necesidad sin probar nada; en otras palabras, se remonta al sempiterno “obedeced” sin entrar en la cuestión de fondo.
¿Por qué, a pesar de las amenazas, Monseñor Lefebvre estimó un deber ignorar y seguir adelante? ¿Por qué rechazamos la orden que nos intimaba alinearnos con las reformas conciliares y post conciliares? ¿A qué título pretendemos tener el Derecho a esa oposición? ¿Por qué esta oposición no es cismática?
La respuesta está en el fundamento mismo de la autoridad y la obediencia correlativa:
– En toda sociedad, la autoridad se deriva, como necesariamente de la naturaleza de la sociedad en la que se ejerce como una condición sine qua non.
– Esta naturaleza depende del fin, del objetivo que la sociedad se propone alcanzar. El objetivo determina la naturaleza, la estructura, los medios de cada sociedad.
– La autoridad, por lo tanto, está limitada por el fin de la sociedad, que establece el marco, alcance y competencia de la Autoridad.
La Autoridad tiene por función dirigir las inteligencias y las voluntades hacia el fin de la sociedad (y es así el principio de unidad de la sociedad).
Jamás esta autoridad humana puede cambiar aquello de lo cual ella misma depende: el fin y, en la mayoría de los casos, la estructura, los medios de la sociedad (estamos hablando de sociedades perfectas: la sociedad civil, la Iglesia).
El derecho de la Iglesia para gobernar a los fieles está confinado dentro de los límites impuestos por la necesidad o la utilidad de la salvación eterna de las almas.
Si ella se atreviese a salir de esto, excedería sus competencias, sería un abuso de autoridad y, en este caso, ya no sería una cuestión de obediencia para los miembros, sino de resistencia según la gravedad del abuso.
Cuando se trata de la autoridad papal, la más alta que existe en la tierra, soberana y universal, los límites están fijados no sólo por su propósito (continuar la misión salvadora de Nuestro Señor), por los mandamientos de Dios y de Nuestro Señor su fundador (por ejemplo, “Id, enseñad a todas las naciones”, etc.), sino también por la Constitución divina de la Iglesia.
Si esta autoridad, reputada ser el reflejo exacto de Nuestro Señor mismo (“Quien a vosotros escucha a mí me escucha”) intentase violar estos límites, habría abuso de autoridad y habría que responder, como San Pedro ante el Sanedrín: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Ahora bien, la crítica que dirigimos al Concilio y a las reformas conciliares es, precisamente, pretender cambiar 1º) la naturaleza de la Iglesia, única Esposa de Cristo Salvador, única depositaria de los medios de salvación, sobrenaturales, por la comunicación de los bienes de su Divino Esposo; 2º) su estructura (por la colegialidad anónima y paralizante); 3º) sus medios, por una reducción de la gracia (la Misa y los Sacramentos) a actividades humanas. Estos cambios no son una percepción subjetiva por nuestra parte, sino que son reconocidos y declarados por las autoridades actuales.
Esta es la razón por la cual no podemos obedecer. Rechazamos la orden de demolición por abuso de poder.
Nosotros no somos los que han cambiado. Toda la Iglesia, durante todo tiempo, desde San Pablo, advirtió contra este género de cambios.
Es en nombre de la enseñanza secular de la Iglesia infalible que nos negamos a marchar en el sentido de la auto-demolición de la Iglesia.
En la medida que Roma no acepte hacer frente a este problema tan grave, permaneceremos en una especie de círculo vicioso, un diálogo de sordos.
(…)
La Iglesia se muere, desgarrada por las divisiones que se esconden bajo la falsa etiqueta: “Aquí estamos en comunión con el Papa”; ella está envenenada por las doctrinas deletéreas de la herejía, “difundidas con las dos manos”, ¡según las propias palabras de Juan Pablo II en 1981!
La misma Roma se pierde en los laberintos de la “teología de los valores terrenos” en lugar de recordar las luminosas exigencias y los intereses de Nuestro Creador y Salvador.
Es hora de que los aprendices de brujo cesen sus experiencias infelices y que haya un retorno a la sabiduría secular, en la que nunca ha fallado la Iglesia.
Que nos devuelvan la fe, la gracia, la santidad del sacerdocio, la Misa, el papado, todos los tesoros en los que descansa nuestro corazón de católicos romanos. Ellos son nuestros, tenemos un derecho estricto, del cual ninguna autoridad humana nos puede privar, ni siquiera la Roma posconciliar.
–*–
¿Quién es el autor o responsable de estas palabras?
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Comentario Eleison CCLII

Pero si Roma ofrece a la Fraternidad San Pío X todo lo que ella quiere, ¿Por qué la Fraternidad tendría todavía que rehusar? Aparentemente hay Católicos que todavía creen que si un acuerdo práctico respondiese a todos los requerimientos prácticos de la Fraternidad San Pío X, tendría que ser aceptado. Entonces, ¿Por qué no? Porque no fue con vista al bien de la Fraternidad San Pío X que Monseñor Lefebvre la creó, sino por el bien de la verdadera Fe Católica, amenazada por el Vaticano II como nunca antes había sido amenazada. Pero veamos ahora porque las autoridades de la Nueva Iglesia buscarán cualquier acuerdo práctico lo mismo que las razones por las cuales la Fraternidad San Pío X lo debe rechazar.
La razón es porque la Nueva Iglesia es subjetivista y todo acuerdo puramente práctico implica que el subjetivismo sea la verdad. Según la nueva religión Conciliar, los dogmas de Fe no son verdades objetivas sino símbolos que satisfacen necesidades subjetivas (Pascendi, 11-13, 21). Por ejemplo, si mi inseguridad psicológica se encuentra tranquilizada por la convicción que Dios se hizo hombre, entonces, para mi, la Encarnación es verdadera, en el único sentido posible de la palabra “verdad”. Así, si los Tradicionalistas sienten la propia necesidad de la vieja religión, entonces ella es la que es verdadera para ellos, y uno hasta puede admirar a que punto se adhieren a su verdad. Pero, en justicia ellos deben a su vez aceptar dejarnos a nosotros los Romanos tener nuestra verdad Conciliar y si ellos no pueden consentir a esta concesión, entonces ellos son de u na manera insoportable arrogantes e intolerantes y no podemos permitir tal disensión dentro de nuestra Iglesia de amor, amor, amor.
Por eso, la Roma Neo-modernista estaría feliz con cualquier acuerdo práctico por el cual la Fraternidad San Pío X no haría mas que renunciar, aunque solamente sea implícitamente, a su radical reivindicación de la universalidad y obligatoriedad de “sus” verdades. Al contrario, la Fraternidad San Pío X no puede contentarse con cualquier acuerdo que sería un acto que hablaría mas fuerte que las palabras para negar la objetividad de “su” religión de 20 siglos. No es en absoluto “su” religión. Para llegar a un acuerdo con los subjetivistas, me encuentro en la necesidad de dejar de insistir sobre la objetividad. Para insistir sobre la objetividad, no puedo aceptar absolutamente ninguna proposición ofrecida por los subjetivistas, a menos que ellos renuncien a su subjetivismo.
Estos Romanos no hacen nada de eso. Y otra prueba de su insistencia de cruzados en pro de su nueva religión viene en la forma de su reciente “Nota sobre las conclusiones de la visita canónica al Instituto del Buen Pastor” en Francia. Los lectores se acordarán que este Instituto fue uno entre varios fundados después del Concilio para permitir al Catolicismo Tradicional ser practicado bajo la autoridad romana. Roma puede esperar algunos años antes de actuar, para asegurarse que el pobre pescado esté bien agarrado al anzuelo, pero entonces –
La “Nota” pide que el Vaticano II y el Catecismo de 1992 de la Nueva Iglesia deben estar incluidos en los estudios del seminario del Instituto. El Instituto debe insistir sobre la “hermenéutica del renuevo en la continuidad” y debe dejar de llamar al rito Tridentino de la Misa su “exclusivo” rito de la Misa. El Instituto debe entrar en la vida diocesana oficial con un “espíritu de comunión”.
En otras palabras, el Instituto Tradicional debe dejar de ser tan Tradicional si es que quiere pertenecer a la Nueva Iglesia. ¿Podía el Instituto esperar otra cosa? Para conservar la Tradición, tendría que salir de nuevo de la sumisión a la autoridad de la Nueva Iglesia. ¿Qué posibilidad existe de tal cosa? Ellos quisieron ser tragados por el monstruo Conciliar. Ahora el monstruo los está digiriendo.
Entonces, ¿Por qué, en nombre del Cielo, habría de ser el peligro diferente con la Fraternidad? La tentación de Roma puede ser rechazada por esta vez por la Fraternidad, pero no nos hagamos ninguna ilusión: los subjetivistas volverán una y otra vez para desembarazarse de esta verdad objetiva y de esta Fe objetiva que constituyen un constante reproche a su criminal delirio de ellos.
Kyrie eleison.
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eleison-cclii-ellos-quisieron-ser-tragados-por-el-monstruo-conciliar
-ahora-el-monstruo-los-esta-digiriendo/

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