martes, 24 de noviembre de 2015

CÓMO RAZONAN ALGUNOS… QUE SE CREEN INTELIGENTES…

CÓMO RAZONAN ALGUNOS… QUE SE CREEN INTELIGENTES…

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MARTES, 24 DE NOVIEMBRE DE 2015


http://debatime.com.ar/cristian-rodrigo-iturralde-reductio-ad-hitlerum-o-la-buena-nueva-del-imbecil/ Cristián Rodrigo Iturralde – Reductio ad hitlerum o la buena nueva del imbécil CRISTIÁN RODRIGO ITURRALDE en 26 octubre, 2015
Al parecer, no fue otro que el filósofo de origen judío Levis Strauss quien advirtiera y acuñara por vez primera este recurso sofístico empleado usualmente en el ámbito de la política -y de cierta sedicente intelectualidad- para desacreditar íntegramente las opiniones y personas encuadradas como disidentes. El mentado subterfugio semántico es en realidad una simple y poco feliz intercalación, collage, de variopintas falacias que, complementadas y ahiladas con precisión de orfebre, dan como resultado una suerte de arma mortal para el escriba y orador parvulario; instrumento que será utilizado cual repelente contra todo atisbo y manifestación de inteligencia (cognitiva, práctica, y aún emocional). Dos buenas nuevas para los idiotas, perezosos y/o maliciosos. La primera consiste en que su uso se ha extendido y generalizado urbe et orbi; aplicable ya a todo ámbito y todo lugar. La segunda estriba en que ni siquiera deberán invertir más saliva, tiempo y energía que la que usualmente destinan para proferir un par de silabas de corrido; dos sílabas abiertas que esbozadas juntas derriban cualquier muro argumentativo, (o al menos, eso creen), pero que en casi cualquier caso siembran confusión entre los desprevenidos o neófitos, practicando el innoble arte de la desinformación. Esto, claro, en una sociedad de masas, atomizada, sedada y atontada por los mass media como la nuestra, donde se pretende anular sus facultades racionales más elementales. La mala noticia para el homo pensante –el patriota- es que deberá armarse de gran paciencia –porque el que se enoja aquí, en el mundo de la corrección política, pierde- e invertir una gran cantidad de tiempo y recursos para rebatir absurdos y falacias de escuela que se encuentran totalmente alejados de la cuestión de disputa[1]. De modo que la magistral sentencia de Aristóteles que aconsejaba no sólo no responder sino sancionar a aquel que pregunta si la nieve es blanca (por haber perdido el sentido de lo obvio), ha sido anulada completamente –hasta el punto de criminalizarse- y sustituida en cambio por una teoría epistemológica hecha dogma: el relativismo (en todas sus variantes); que a todo otorga entidad y que no admite verdades inconcusas y universalmente válidas. ——– Volviendo a la consigna original de la presente notícula, este particular reduccionismo dialéctico se construye alrededor de una palabra comodín que no es otra, claro, que ¨nazi¨ o ¨fascista¨. Bastará lanzarla sobre algún pobre desgraciado que anduviera pululando por la vereda equivocada para que éste –y sus argumentos- quede, a lo menos, cubierto por un manto de sospecha, quedando al borde del completo desarme. No faltará más: ¡C’est fini! Será lo que llaman los norteamericanos un lose lose situation, puesto que si calla, otorga. Si habla, amén de otorgar entidad al absurdo –otorgar entidad a este absurdo es hacer las delicias de los sofistas, es acariciar los oídos de los manipuladores–, no podrá evitar que el debate se desvíe hacia cuestiones completamente ajenas al tema original en pugna… La controversia estará perdida –casi seguro- desde el principio. Al menos, como antes dijéramos, ante el común denominador de la población; poco dispuesto –o preparado- a reparar en distinciones. Pero al reductio ad hitlerum le antecede otro sofisma que es la argumentación ad hominem, pues se pretende rebatir o menospreciar un argumento u opinión desacreditando a la persona que lo profiere. Y aquí, la estupidez puede alcanzar puntos que ni el propio Arturo Jauretche hubiera imaginado. Bastará con que el contestatario diablillo tenga un ovejero alemán, un tatarabuelo germano o algún primo segundo aficionado a la ópera épica (preferentemente wagneriana) para quedar cuanto menos sospechado de ¨antisemita¨ y de guardar simpatías antidemocráticas. ———- Lo cierto y verificable es que éstos no son más que otros de tantos vocablos víctimas de la guerra semántica propuesta por la ingeniería social marxista-capitalista -aunque ninguno posee la carga negativa de nazi o fascista-, cuyos significados son primero vaciados de contenido y luego tomado por asalto por connotaciones ad hoc; que dependiendo de quien la profiera y hacia quien vaya dirigida, pueden tener una significación positiva o negativa o mismo ser sustituidas por cuidados eufemismos. De modo que una acción presumiblemente ¨discriminatoria¨ será -o no- señalada y castigada de acuerdo a este sencillo y arbitrario criterio. Parafraseando al Dr. Caponnetto, en la guerra semántica, el que posee el manejo y adjudicación de las palabras-talismán, es dueño de la honra y de la fama de sus adversarios. Y como casi nunca se lanzan solas sobre la conciencia de la población, sino en binomios que garanticen su contraste, el enredo dialéctico queda asegurado[2]. G. Orwell, por su parte, detectando prontamente el embuste, hacia notar –ya en aquel entonces- que la palabra ¨fascista¨ no tenía otro significado que el de ser algo ¨no deseable¨. Una vez criminalizado el término se recurre a otros artilugios sofísticos como los de ¨asociación¨. La Ingeniería Social propugnada por la intelligentzia de la Era de Acuario (o NOM) ha calado y penetrado de tal forma en el inconsciente colectivo de la sociedad que ha logrado asociar el bastardizado vocablo a los más altos y sanos ideales (incluso con pretensiones de sinonimia); de modo que –en la mayoría de los casos- los primeros calificativos que vienen a la mente al escuchar ciertas consignas (como Dios, Patria y Familia) serán los siguientes: ¨nazi-fascista¨, ¨represor¨, ¨medieval¨, ¨ultramontano¨, ¨reaccionario¨, ¨caduco¨, etc. Han creado, como dice el Dr. Juan Gabriel Labaké, un nuevo y diabolico sistema de dominación: la de la mente de los seres humanos, a través de los genéricamente llamados métodos de acción psicológica, de cuya existencia y uso la gran mayoría de la humanidad no tiene noticia alguna. Es ¨el mundo feliz¨ y la sociedad del Gran Hermando que, hace más de medio siglo, intuyeron los novelistas Aldous Huxley y George Orwell[3]. Habrá que recordar e insistir en las graves repercusiones ontológicas de los argumentos sofísticos pues, como bien señala el Dr. Caponnetto, expresarse mal es señal de que pensamos mal; y pensar mal es señal de que estamos mal[4]. También asimismo hemos de considerar que, como bien advierte el profesor Alberto Buela, hay que romper con el lugar común de que todas las opiniones son respetables, eso es una tontería y como decían los viejos filósofos stultorum infinitas numerus est (…) Los que son respetables son las personas no las opiniones[5]. Imperativa distinción que todo aquel que se precie estudioso debe trazar. ——- ¿Qué hacer ante este panorama? Ante todo, rehuir a las categorías del enemigo y seguir resistiendo y llamando a las cosas por su nombre. ¿Y si el imbécil insiste obstinadamente en su imbecilidad? Recordando que, como señala el DRAE, ¨imbécil¨ es alguien flaco, débil, alelado, escaso de razón, creo que aquí nos prestará buen servicio la respuesta que el maestro Anzoátegui reservaba a éstos cuando lo acusaban de nazi: ¨Sí, soy nazi en el peor sentido de la palabra. Porque entrar en distingos es perder el tiempo y la dignidad¨[6]. NOTAS: [1] Empero, en la mayor parte de los casos no se trata –no únicamente, al menos- de supina e indocta ignorancia, sino que obedece más bien a una deliberada maniobra de distracción, es decir: se busca desviar la atención hacia lo meramente accesorio, embarrar la cancha –como suele decirse-, confundir (negando, relativizando u omitiendo) las cosas más claras y evidentes; pero ante todo, atrofiar el sentido común. Un caso claro de estos viles recursos podrá verificarse en afirmaciones y ¨razonamientos¨ como el siguiente: ¨si una decisión atañe al cuerpo de una persona, esa persona tiene derecho a tomar tal decisión. Por lo tanto tal persona tiene derecho a interrumpir su embarazo¨. Este es un caso de sofisma de antecedente incompleto, pues, además del peligroso eufemismo utilizado para evitar decir la verdad (que el aborto es un crimen), no se dice que dentro del cuerpo de la madre existe una persona -desde el momento mismo de la concepción- que también tiene derechos; ante todo: derecho a vivir. [2] Los críticos del revisionismo histórico, IBAZ, Buenos Aires, 2008, tomo I, p. 65. [3] Juan Gabriel Labaké, Amia y Embajada ¿Vedad o Fraude?, Editorial Reconquista, Buenos Aires, 2012, p. 349. [4] Antonio Caponnetto, Metodología de Estudio y de Exposición Oral, UCALP, Buenos Aires, 2011, p. 16. [5] Alberto Buela, Pensamiento de Ruptura, Theoría, Buenos Aires, 2008, Introducción. [6] En Antonio Caponnetto, Los críticos…, p. 66. === FUENTE: http://debatime.com.ar/cristian-rodrigo-iturralde-reductio-ad-hitlerum-o-la-buena-nueva-del-imbecil/

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