¿Fue JP II un “partisano” durante la Guerra?
SÁBADO, 18 DE OCTUBRE DE 2014
SÁBADO, OCTUBRE 18, 2014
¿PARTISANO ARMADO Y VIOLENTO -DE JOVEN- SAN WOJTYLA?
Por impedimentos de orden técnico -¿los duendes de la informática?- me fue ayer imposible colgar mi entrada diaria en este blog. Aquí va pues (como una bomba de relojería)(…)
¿PARTISANO ARMADO -Y VIOLENTO (DE JOVEN)- SAN WOYTLA?
El papa Francisco (Primero) acaba de evocar a su predecesor el papa polaco Juan Pablo Segundo en una breve alocución con motivo del treinta y cinco aniversario de la elección de aquél y de su ascensión al trono pontificio. Y si en vida, durante su pontificado no fue así (o no lo fue del todo), está claro que post mortem la figura de aquel pontífice no es que goce de un consenso (favorable) unánime en el plano político no más que en el religioso.
Lo reconocían amargamente sus más incondicionales adeptos en vísperas de su canonización hace unos meses en alusión a lo que ellos siguen llamando ”lefebvristas” y que es un fantasma que no habrá dejado de alimentarse –de viento- en las mentes de los católicos ma obedientes a la silla/de/pedro. Y de ese disenso indiscutible da idea por paradójico que pueda parecer los encendidos textos hagiográficos que la figura del papa Wojtyla continúa inspirando a algunos, nueve años ya transcurridos de su muerte. Un botón de muestra lo ofrece un texto que caer ahora ante mi vista escrito en vísperas de la canonización del papa polaco–hace unos meses- por un antiguo amigo de hace mil diluvios –quiero decir de mis tiempos de universidad, de antes de mi marcha al seminario de Ecône- que se me cae de las manos (y que me perdone) de la vergüenza ajena, por el incienso que despiden sobe todo esas líneas.
Y también porque no puede remediar el pensar, es cierto, que su autor –que me conoció muy bien- no haya podido deja de traerme a la mente en un momento u otro al escribirlas. Umbral en alguna de sus novelas guerra civilistas da entender en relación con algunos de los personajes eclesiásticos que desfilan por ellas que la forma más eficaz de precipitar la muerte de alguien era el canonizarlo en vida y así en uno de los episodios de “Pio XII, la guardia mora y un general sin un ojo” el protagonista trasunto del autor, se ingenia una maquinación para asesinar al coadjutor –que las beatas de la parroquia tienen ya canonizado en vida- que al final no se concreta, perdonándole la vida como si el propio autor, Umbral hubiera perdonando al personaje -real y ficticio a la vez- él también en el recuerdo cuando menos(…) Y está claro que a un papa polaco canonizado en los medios de la prensa global desde los inicios de su pontificado –como nunca se vio otro caso igual en la historia de la iglesia en la era contemporánea- debería corresponder en el guion que los sabios le tenían asignado una muerte agónica como la que tuvo (a la faz del mundo entero) ¿Fue eutanasiado como el rumor persistente no deja de apuntarlo? Muy posiblemente y nadie puede desde luego impedirnos el pensarlo y el afirmarlo a falta de la prueba del milagro (…)
¿Un atleta de la fe como la propaganda fide nos lo viene vendiendo antes y después de su muerte? Poniendo las cosas en su lugar hay que reconocerle una personalidad atípica en extremo, in necesidad de calificarla de excepcional (lo que añadiría al incensamiento) Un papa eslavo que venia del frío, conforme al clisé de una novela (de un anglosajón) con aires de profecía, grande best-seller de los años del concilio y del posconcilio inmediato –y no menos éxito el del film que inspiraría-, y que cuando Wojtyla fue elegido fue celebrada como un profecía y me refiero a las Sandalias del pecador. El pescador en la mente del autor de la novela lo fue de la opinión unánime de críticos y comentaristas otro prelado de la Europa del Este, y de la Iglesia del Silencio el cardenal Slipyj (al que Pablo VI hizo callar) –“metropolita (así firmaba) de Lvov de los ucranianos” (…)- extrañamente olvidado en los días que corren marcados por una actualidad ucraniana tan candente. Yo no me hubiera imaginado (entre paréntesis) al Cardenal Slipyj bendiciendo hoy el Maidán, de manera alguna (…) A final, el prelado polaco le arrebataría al ucraniano la profecía, por las similitudes que concurrían en uno y otro en parte, sin duda alguna. Los dos venían de la Europa del Este y los dos arrastraban un pasado cargado, y marcado, el uno por persecución y el otro por el silencio y el misterio que le rodeaba (y le sigue rodando post mortem) Con el paso de los años habrán acabado circulando algunas biografías piadosas del papa polaco buscando el detalle y la precisión de datos fechas y lugares como un reconocimiento excito de la enorme laguna que habrá rodeado el pasado del pontífice que venia del frio. Que no dejan de suscitar fatalmente mil interrogantes e todo tipo. Hay un detalle en el que todos o casi todos habrán acabado concordando y es la anomalía que representaba el que justo finalizada la segunda guerra mundial el futuro pontífice, joven eclesiástico pudiera reanudar su carrera eclesiástica tan prometedora, y entrar y salir de su país –en lo sucesivo bajo el régimen comunista- antes incluso de la firma del protocolo Iglesia Estado (14 de abril de 1950)- como si tal cosa -a finales de la década de los cuarenta, con estancias en varios países occidentales, entre ellos Bélgica- pese a la persecución religiosa tan acerba que protagonizó la llamada Republica de Lublin antecedente inmediato –hacia el final de la II Guerra Mundial- del régimen comunista polaco de la posguerra. ¿Por qué?
Esa es la pregunta que muchos se habrán hecho siempre en voz baja aunque solo fuera. Y ninguno de sus biógrafos habrá sabido darle cumplida respuesta hasta ahora. Las hipótesis de explicación no habrán escaseado y a ellas se suma ahora una –prueba documental al canto- que cae ahora en mi manos en vísperas de este aniversario. Y se trata del facsímil de un documento, –sin fecha (aparente)- es cierto- emanante de la Gestapo durante la ocupación alemana en Polonia (con firma o rúbrica Dezernat F VII A.) ¿Partisano armado, Karol Wojtyla –como los de Bandera (hijo de un cura uniata) en la Ucrania vecina- tal y como se desprende de ese documento tan sorprendente y no simplemente un militante de la desobediencia más o menos pasiva que es la imagen subliminal de la actuación de aquel pontífice durante aquellos años de guerra que se nos habrá transmitido prácticamente hasta nuestros días. El documento de la Gestapo alemana (Reichsicherheitshauptamt) (RSH 87) –en Polonia, Cracovia (Aussentstelle Krakau) – que aquí ofrezco a la atención de mis lectores hace mención de un eclesiástico de nombre Karol Wojtyla que se habría hecho culpable de muertes por degollamiento -con un largo cuchillo (sic)- de alemanes étnicos (volksdeutches)- de los territorio de Europa del Este de los que Alemania se había visto despojada tras el tratado de Versalles. A título de hipótesis histórica la validez y veracidad del testimonio se vería pendiente de verificación documental como cualquier otro. O es que alguna ley ue prohíba atribuir un valor de testimonio por mínimo que sea a los vencidos de una guerra. En España no habrá sido el caso desde luego.
Y si Wojtya fue un partisano armado infundido de un odio mortal y militante contra los alemanes (vencidos) eso explica no poco los misterios de su trayectoria y da la clave de no pocos de los enigmas que siempre la rodearon. Porque a un eclesiástico con un pasado así no se le podía tener reservado más que una carrera fulgurante en la Polonia bajo régimen comunista y más aún tras la firma del modus vivendi entre la Iglesia y el régimen que tuvo como coartada principal precisamente el espantajo de la resurrección del revisionismo alemán (sic) que los polacos –tanto los jerarcas del régimen como los obispo católicos- denunciaban en el protocolo Iglesia-Estado aquel y que creían encarnado en las reivindicaciones territoriales que llegó a formular –“de los territorio al Este del Oder”- la jerarquía católica alemana de entonces (en la fase tardía del pontificado de Pio XII), justo antes de la firma del protocolo polaco Iglesia-Estado.
Y la hipótesis explica también el que en el papa del perdón brillara por su ausencia durante su pontificado (interminable) la más mínima palabra o gesto de reconciliación -en la prédica incansable de aquel papa como en sus viajes y giras planetarias apoteósicas- con el pueblo alemán que cargó –hasta hoy- para una inmensa mayoría de católicos del mundo entero con todas las culpas y pecados (de Israel) “Los judios no son inocentes –declaraba uno de los protagonista de una obra polémica de Fassbinder- porque cargaron sobre nosotros todas las culpas” ¿Inocente y santo –para la posteridad- un papa polaco que cargó sobre los alemanes todas las culpas, en la paz como en la guerra?
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